POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
La procesión del Silencio que cada Jueves Santo tiñe de recogimiento las calles de la ciudad no comienza, como algunos creen, a las diez de la noche en la parroquia de San Lorenzo. Este cortejo, que fuera fundado en el año 1942 y que venera la talla de un Cristo anónimo del siglo XVI, comienza en cada una de las casas de los cientos de nazarenos que lo componen. Porque desde allí hacen voto de silencio que, en la medida de lo posible, respetarán hasta que concluya el desfile.
Arranca la procesión en dirección a la plaza de Santo Domingo, sin iluminación alguna en calles ni plazas a lo largo del recorrido, y sin que medie una palabra entre quienes componen la más triste estación de penitencia. Los cofrades del Refugio, en cambio, prestan su voz a las corales que, a cada paso en la carrera, desgranan un espléndido repertorio para todos los gustos musicales.
Desde el comienzo mismo, en el interior de la parroquia, la Schola Gregoriana inauguró la noche de corales en honor al Refugio. Y a la puerta de San Lorenzo, la Coral Discantus tomó el relevo. Miles de murcianos contemplaron la imponente salida de la talla mientras, un poco más allá y en la plaza, se preparaban las voces del Orfeón Fernández Caballero y Orpheus Music. Y en la calle de la Merced, los Cantores de María.
Solo un sonido distinto a estas voces quebrará la tensa madrugada que se avecina. Y es el golpe de la campana que avisa a los estantes para iniciar o detener la marcha, campana que fuera donada por la cofradía malagueña de Jesús el Rico.
La más pura tradición musical murciana se vio representada por la Hermandad de Auroros del Carmen y los del Rosario. Y también por los coros de San Andrés, Cámara Santa Cecilia, San Antolín y la Tuna de Magisterio, a los que se sumaron la Capilla Clásica, Grupo de Pasión o Canticorum Yubilo. Por último, dos saeteras arrancaron los sones más tristes de la noche: Verónica Sobrinos y Alicia Sánchez.
La procesión del Silencio, en una noche despejada que auguraba para hoy la gran explosión ‘morá’ desde la iglesia de Jesús, reunió a cientos de murcianos en su emotiva recogida cuando, como ya es costumbre, todos los cofrades se arrodillan como tributo al Cristo, que concluye su desfile por Murcia retornando a la parroquia. Será entonces cuando ya disuelto el gran desfile las calles de Murcia retornen a su incierta tranquilidad de madrugada que, al tiempo, quiebran los cofrades que se dirigen raudos a San Agustín.
Fuente: http://www.laverdad.es/