POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Un cantar, ya muy antiguo, nos recuerda la esencia y la historia de aquel Avilés, preindustrial, pleno de vida marinera y campesina; bucólica, podría decirse.
«Carretera de Avilés
un carreteru cantaba
al son de los esquilones
que su carreta llevaba:
Marinerito, arría la vela,
que está la noche tranquila
y serena.
Noche tranquila y serena
no es buena para rondar;
porque los enamorados
prefieren la oscuridad…»
¡Qué gracia!
Cada vez que escucho este cantar recuerdo aquel otro que, también en años pasados, muy pasados, interpretaba el sin par Pepe Blanco:
«Farolero que te vas
un poquillo alumbrao,
déjame este farol
apagao.
que en cositas del querer
casi siempre ha pasao
que la luz de un farol
ha estorbao.»
Dejémonos de cortejos y vayamos ahora a nuestra historia.
En 1893 el Dr. D .Claudio Luanco y un entusiasta grupo de amigos colaboradores en su iniciativa, apostaron por popularizar en Avilés, buscando tradición continuada, una fiesta campestre para promocionar el «bollu de Pascua» el lunes inmediato al Domingo de Resurrección.
Misa solemne, desfile de carrozas, fiesta y romería en el Parque de Las Meanas, reparto de bizcocho («el bollu») y vino… Fiesta y folixa.
Hoy, con más de cien años transcurridos, la tradición avilesina de «El lunes de Bollu» es emblema de la villa y uno de los atractivos turísticos más importantes de Asturias.
No es cuestión de industria, ni de campesinado, ni de pesca… Es un retazo de la historia de un concejo y de una villa.
Ese es el gran valor de la celebración festiva.
Prepararemos el «bollu de Aviles»:
Cuece a fuego moderado 500 g de mantequilla muy fresca; al tomar un suave color dorado se retira y enfría.
Seguidamente, en batidora o turmix, se mezcla con 500 g de azúcar hasta blanquearla.
Se lleva la mezcla a un cuenco grande y de uno en uno, y batiendo muy bien y suavemente, se incorporan unos 8 o 10 huevos para, a continuación, incorporar 500 g de harina. Se hará de forma lenta, a modo de lluvia, y logrando una mezcla uniforme.
Con ella se llenan unos moldes tipo estrella y hornean a 180º C durante, aproximadamente, una hora.
Ya fríos los «bollos», se desmoldan y colocan de dos en dos o de tres en tres (al gusto) en forma de torre o casitllete; glaseando con un baño blanco o, simplemente, adornando con figuritas alegóricas a la Pascua (plumas de colores, polluelos, pequeños huevos de chocolate, bombones…)