EN EL HOMENAJE A MANUEL RIVERA LOZANO PRECISANDO ALGÚN ASPECTO
Mar 29 2016

POR JOSÉ ANTONIO MATEOS CARRETERO, CRONISTA OFICIAL DE ANDAVÍAS (ZAMORA) Y PARLA (MADRID)

Manuel Rivera Lozano a la izquierda, con José Carlos de Lera Maíllo (centro) y José Antonio Mateos Carretero (der.).
Manuel Rivera Lozano a la izquierda, con José Carlos de Lera Maíllo (centro) y José Antonio Mateos Carretero (der.).

En el boletín de la primera quincena de marzo de nuestra Real Asociación veo que se incluye la noticia, dada por el periódico La Opinión de Zamora en su sección Comarcas, del homenaje hecho en Fermoselle a mi amigo Manuel Rivera Lozano. Todo lo que se dice de él, su pasión por su villa natal, su ingente trabajo de investigación que daba a conocer en el suplemento dominical del mencionado periódico zamorano, sus colaboraciones con el ayuntamiento, dando pregones, conferencias, organizando actos para difundir la historia, la cultura y a las propias gentes fermosallanas, es cierto; como es cierto que es uno de los personajes ilustres de la historia de su localidad de nacimiento. Hay, sin embargo, algo que no es cierto, y es que fuera “cronista oficial”. Manolo fue un gran cronista de Fermoselle, pero no fue cronista oficial, y no porque no se lo mereciera, que se lo merecía de sobra. El porqué de que no fuese cronista oficial, lo expresa mi amigo José Andrés Casquero en otra columna del mencionado periódico, publicada el mismo día del homenaje, en la que apuntaba: “Lástima que el sectarismo, todo hay que decirlo, le negase la satisfacción de ser nombrado cronista oficial de la villa, reconocimiento honorífico que nunca pidió, y que bien poco era para sus méritos”. Yo sí lo pedí desde Andavías, con fecha de 4 de enero de 2013, al alcalde de Fermoselle don Alejandro Fermoselle Berdión. Sin embargo la situación que entonces había en el ayuntamiento era muy delicada y la prudencia hizo que el alcalde no plantease la propuesta de nombramiento. A veces hay que echar un órdago y permitir que esa gente cicatera y sectaria se manifieste tal como es, o no, como diría nuestro compañero y amigo José Raimundo Núñez Varela Lendoiro. Lo que sí le dije al alcalde en conversación telefónica, es que veía a Manolo delicado, y que los homenajes deben darse en vida a las personas que los merecen. No pudo ser, Manolo falleció ese mismo año el 30 de septiembre. Hubiese sido un gran cronista oficial, sé que se habría incorporado a nuestra Real Asociación como lo ha hecho Ramón Felipe Carnero, cronista oficial de Pereruela, y participado en los Congresos anuales en los que habría disfrutado representando a su Fermoselle del alma, conversando con los compañeros de crónicas, pues era gran conversador, afable, ameno y divertido, y tenía un humor fino. Los homenajes le han venido “post morten”, después de muerto la cebada al rabo, dice el refrán. Es verdad que su familia, su esposa, su hija, su yerno, sus nietas, su hermana, han tenido la satisfacción del reconocimiento de los méritos de Manolo.

Sus amigos, que estuvimos en su homenaje acompañando a su familia, disfrutamos durante años de su compañía en horas de investigación en los archivos zamoranos, tanto en el Diocesano como en el Provincial, pero también de su charla, en horas de café con churros en el Lorenzo, churrería frente al mercado de abastos, a la que acudimos diariamente de lunes a viernes, o en las comidas que mensualmente celebra la tertulia “El Foro”. También en el “arroz a la zamorana” que habíamos institucionalizado desde hace casi treinta años, y que degustábamos en septiembre los amigos que investigábamos al principio, y durante muchos años y en época estival, en el Archivo histórico Diocesano, y posteriormente en el Archivo histórico Provincial. En esos primeros momentos participábamos con Manolo, Isauro Pérez Ratón, José Carlos de Lera, archivero del Diocesano, don José Muñoz Miñambres, canónigo de la catedral de Zamora, posteriormente se incorporaron Eugenio Grande y la portuguesa avecindada en Oporto de ascendencia fermosellana Iza Flores Marcos, gran amiga de Manolo, y un servidor. Era la despedida porque, tras esa comida, cada cual, pasadas las vacaciones de verano, se reintegraba a su trabajo.

Termino con el último párrafo de nuestro común amigo José Andrés Casquero Fernández en la columna de La Opinión, porque me parece que expresa los sentimientos de todos los que le conocimos: “Aunque el mundo sigue girando y, como bien afirma Emilio Lledó, las palabras pretenden expresar sentimientos y decir algo de lo que somos cuando nuestro cuerpo se conmueve ante la muerte, a sus amigos de “El Foro”, la tertulia que moderó durante años, a los que pongo voz, nos sigue doliendo su pérdida y emocionando su recuerdo que, pese al río del tiempo, sobrevive en nosotros, y damos gracias al cielo por el obsequio y la dicha de haberle conocido”. Así es y así será mientras duremos.

José Antonio Mateos

Andavías, 28 de marzo de 2016

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