POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
El mejor amigo del huertano siempre fue el cerdo. Por mucho que los perros le ayudaran a espantar a quienes saltaban las tapias por la Pascua para arramblar con los pavos criados. Pero era el cerdo una suerte de despensa ambulante, un seguro contra el hambre que devoraba lo que sobraba en la casa, cuando sobraba, y no estaba a merced de heladas o riadas, como sucedía en los campos. Incluso la Región tenía su particular especie conocida como chato murciano y que cumple, al menos en su versión moderna, un siglo.
Porque chatos de pelaje negro, de tronco ibérico, siempre existieron en Murcia, aunque su escaso y lento crecimiento no hacía rentable esta raza. Aquellas dos variedades primitivas eran conocidas como gabana, si el animal era solo negro, y pintada, cuando la capa negra tenía manchas rojas o blancas.
La mejora de esta raza mediante cruces ya se intentó desde antiguo, como atestiguan algunas fuentes. De hecho, el aumento de la población favoreció la apertura de pequeñas industrias donde, a su vez, surgió el interés por mejorar la selección en el tipo de la cerda pintada pues se creía que daba mayor rendimiento en peso.
En una edición de ‘La Verdad’ de 1924 se conserva un reportaje sobre el sector que mantiene cómo «esta mejora inicial sin fundamento quedó estacionada desde el año 1873», cuando estaba el mercado por las inmediaciones de la iglesia del Carmen, hasta 1914. A partir de entonces, según el rotativo, «comenzó la importación de razas extranjeras para mejorar por cruzamiento nuestro cerdo celtíbero».
Algunos empresarios decidieron importar otras clases de cerdos y cruzarlas con los autóctonos. Así surgió el que sería conocido más tarde, por la forma de su nariz, como chato murciano, también de pelaje blanco, que es el que prosperó en la zona de Murcia. Entretanto, en otros lugares como Lorca proliferaron cruces y experimentos que concluirían en la misma especie.
En Casa Bernal
El diario ‘La Verdad’ publicaba en 1966 importantes datos sobre el origen del chato. Al parecer, entre 1914 y 1916, el industrial Juan Bernal Gallego importó los primeros ejemplares de las razas Yorkshire y Verkshire, que fueron cruzadas con otras nacionales y dieron lugar al entonces llamado ‘York murciano’.
Treinta años antes, el mismo periódico incluyó una crónica cuyos datos reafirman esta teoría. Anunciaba el redactor la inauguración de una Exposición de Ganados en el jardín de Floridablanca, muestra que fue organizada en septiembre de 1934 por la Junta Provincial de Fomento Pecuario. Por aquellos años la industria de la cría del cerdo se consideraba «una de las principales riquezas de la Huerta de Murcia».
La empresa Casa Bernal levantó para esta exposición un pabellón donde, según ‘La Verdad’, se acomodaron «ejemplares ‘York-Berk’ murcianos», una especie que esta empresa «desde el año 1914 ha venido perfeccionando hasta lograr crear un tipo de raza que goza de fama en toda España y es la riqueza de la Huerta». Entre los cerdos expuestos se encontraban cruces de «Berk-York murciano y de York-Berk murciano».
La nueva raza de cerdo se hizo pronto muy popular en toda España y, de forma muy especial, en Madrid y Cataluña, donde era conocida como «chato murciano», nombre que perduró y se mantiene en la actualidad. El secreto de su éxito era, como es, el gran rendimiento en carne magra que se cotizaba por encima de cualquier otra raza porcina.
Este aprovechamiento, como es natural, atrajo sobre el cerdo murciano la atención de ganaderos de todo el país. Y la raza comenzó a prosperar. Apenas dos décadas después de iniciados los cruces, ‘La Verdad’ informaba de las «importantes exportaciones de lechones que [Murcia] realiza a poblaciones como Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Toledo, pueblos de Alicante, Valencia y Madrid».
Fuente: http://www.laverdad.es/