POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
La Organización Mundial de la Salud, dice que una cuarta parte de los niños escolares españoles, han sufrido o sufren acoso escolar. En total, unos dos millones de escolares.
El profesor de psicología Educativa José Antonio Luengo, nos informa que, entre el cinco y el diez por ciento, de los niños en edad escolar, sufren acoso escolar de alta intensidad.
Estadísticamente, las víctimas del bullying van en aumento y, un trabajo concienzudo de la Confederación de Enseñanza, nos muestra que más del 80 por ciento de los adolescentes españoles, está preocupado por tan serio problema.
Sin embargo, teniendo en cuenta que los niños acosados y sus padres suelen pedir ayuda tan pronto como el problema se hace crónico, no ocurre lo mismo en el entorno de los niños acosadores y, por consiguiente, no vienen reflejados en las estadísticas, al estar ubicados en círculos silenciosos, que los suelen blindar; a semejanza de la violencia de género en la que los agresores se refugian en la relativa penumbra de la indiferencia social y familiar, según nos refiere Elena de los Ríos.
Ante tal disyuntiva, los primeros sorprendidos suelen ser los padres o tutores de los niños, dado que la mayor incidencia se contempla en hijos de padres separados, cuando tienen corta edad. Se da la circunstancia de qué, en un principio, los progenitores niegan que sus hijos sean acosadores, alegando que se trata de bromas o pequeñas travesuras.
Sin embargo, al poner en conocimiento de los profesores que las bromas iban seguidas de insultos y maltratos, se vieron obligados a tomar cartas en el asunto y, ante las dificultades encontradas para solucionar dicho problema, se tuvo que acudir a profesionales especializados en acoso escolar, con la finalidad de ponerle solución a tan angustiosa situación.
Desde la perspectiva de mi atalaya, por ser médico y docente, estoy convencido de qué, sin ayuda profesional, es difícil abordar y tratar de superar los efectos de tales conductas perversas.