POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Es tan maravillosa y monumental la Nueva Guía de Segovia que ha confeccionado Pascual Izquierdo, burgalés de pro, al alimón con Emilio Pascual, segoviano excelso, que lo mejor que podría hacer este presentador locuaz sería callarse y que el ilustre e ilustradísimo libro de libros que nos entregan, reposara ya en sus manos. Tiempo al tiempo, que lo van a recibir ustedes, por el módico precio de 15 €, en cuanto dé el cante este gallo altanero de Cozuelos. Nunca tanta belleza junta costó tan poco siendo tan valiosa. Y todavía hay que restarle algunos céntimos.
Digo, decía que mi deber era callarme ante tal asombro de datos, hechos, sugerencias, invocaciones, evocaciones y cuadros trazados y entrelazados, con el ajedrezado mudéjar, el adoquinado pétreo y el paisano arte de las tejas, las fachadas y el esgrafiado, desde el prólogo al epílogo e índice de lugares, pero como me han metido en este brete, no diré que a traición sino por amistad, intentaré no quedar como Cagancho en Almagro y reflejarles con unas humildes frases los resplandores de sus monumentos, retablos, frontispicios, capiteles, basamentos, arcos, columnas, artesonados, puertas, rejerías, jardines, estatuas y otras muy diversas ostentosidades, que hacen del Alcázar un barco navegante en la alta paramera de cereales, de la catedral una dama de postín gótico señorito, de la portada de la Santa Cruz el mejor plateresco católico de Isabel y Fernando… y del acueducto una “gran cordillera”, una “ceniza en vilo”, una “ruleta del cielo” o un bosque de “pilares abrazados”, según definiciones de Gómez de la Serna, Luis Martín Marcos y el eximio Maestro Emilio Pascual: figuras inconmensurables que dan imagen de su estética estática por encima de la ejecutoria funcional, la de llevar el agua del río Frío a la capital, tras el arroyo de La Acebeda, quince kilómetros salvajes del ala, obra propia de romanos.
Es ahí, en la Segovia de la lana y la moneda, donde Azorín sitúa a Doña Inés. Ahí donde Cervantes encaja a los traficantes de sueños y dineros, “ligeros de manos” (como en estas calendas). Ahí donde don Ramón Gómez de la Serna crea sus ingeniosas greguerías inmortales, aposentado un verano muy cerca del Mesón de Cándido, frente a la granítica puente multiplicada, orgullo del mundo.
Todos ellos, y muchos otros, arrieros y caballeros, -arriba el agua, abajo el vino- vieron y pasearon sin duda más que yo, pero no tanto como han visto, paseado y plasmado Pascual Izquierdo y Emilio Pascual, la Fuencisla les bendiga.
Las palabras del copista y redactor Pascual Izquierdo, (porque copista certero es y redactor puntualísimo, minuciosísimo), brillan por sí solas en el incendio de una tarde de estío, como lagrimean en el deshojado otoño silencioso o se pintan de amapolas, margaritas y campanillas en la luciente primavera primorosa y lluviosa, tal cual la gozamos y soportamos esta noche librera.
Bosques de pinos, robles, laureles y sauces la circunvalan, -en Segovia estoy pensando- con huertos clamorosos y eresmáticos en su cinturón de alrededor -fajín a la capitana-, de forma y manera que urbanismo y naturaleza se ensamblan, conjuntan y dan una idea sublime de erotismo sentimental.
No se ha dejado nada por descubrir y adivinar el ojo clínico de Pascual Izquierdo, salvo acaso el nombre del escultor o escultores de la efigie de don Antonio Machado en la Plaza Mayor, ese caminante bueno de las riberas del Parral que la amó y describió tanto o más que a la Soria primeriza de sus paseos solitarios.
Se trata aquí y ahora de una guía urbana hodierna, o sea, al día, ya lo advertí, pero también histórica, literaria, artística, medioambiental, de tierra y agua, de cemento y arena, de ladrillo y yeso, de madera y oro, de torres e iglesias, pináculos y campanas.
Proponiendo símiles litúrgicos, yo añadiría que Segovia es una redonda patena dorada, un cáliz aurífero, un cíngulo mayestático de poder, una estola colgante, un copón eucarístico, una pila bautismal… y así, en su total majestad, los prodigiosos redactores de esta Guía que presentamos nos la detallan.
Preciosa, Preciosa, preciosa… como “La Gitanilla” de Cervantes en el año que conmemoramos el cuatrocientos de la muerte del Manco lepantino más nombrado, renombrado y traducido, y que en algunos pasajes de sus obras va y la cita.
Esta Nueva Guía atravesará fronteras, leguas y lenguas a través del multitudinario turismo que invade a diestra y siniestra, norte y sur la capital, pero sus primeros recipiendarios y comunicadores sois vosotros, los paisanos, y por eso Pascual y Emilio han hecho uso de su elegante cortesía para acercárosla al Centro Segoviano de Madrid, ante el Pope, Maestro y Presidente Antonio Horcajo; es decir, es ella la primera que viene a nuestro encuentro, como una pizpireta infanta de cinco años, cinco años de trabajo literario y fotográfico, que esta vez sí, les ha hecho sudar tinta y alguna que otra furtiva lágrima a sus amanuenses. La compensación obtenida por ellos no es otra que ver a la niña de sus ojos convertida en una matrona de hojas prietas y saludables: 256 para ser exactos, con 275 instantáneas de calidad, aparte de mapas y planos, miradores estratégicos y sendas circundantes, más un calendario de fiestas, apuntes sobre gastronomía, relación de alojamientos y restaurantes, etc, etc. Todo ello en el soporte de OPORTET Editores, la firma bibliográfica del caballero de gracia tejareña, don Emilio Pascual, aquí callado de cuerpo presente.
Se trata de una Guía novedosa, juiciosa y jugosa que conjuga todas las Bellas Artes y en la que, por encima de ellas, dándoles un barniz expresivo, se suporponen los vocablos escogidos como si fueran cerezas excitantes o gemas provocadoras, lo que nos conduce no sólo a ver y considerar a la novia Segovia como la real e imperial que es, sino a sentirla en el pecho conmovido por su alma de ciudad habitable y respirable.
Si el estilo es el hombre, la ciudad también lo es, y el profesor, escritor y viajero Pascual Izquierdo lo demuestra con suficiencia magna, pues en su obra se le transparenta el amor a la ciudad y la ciudad le corresponde con una sorprendente intimidad, sobriedad y ebriedad acogedoras y maravilladas.
No es nuevo en esta plaza el torero valiente. Posee una larga trayectoria como autor de guías de viaje. Ya batió y veló sus armas literarias enfrentándose a Ávila, Burgos, Cáceres, Toledo, Valencia, Valladolid y Zaragoza, además de cantar con verbo lírico el Camino de Santiago, el Canal de Castilla y la Ribera del Duero, entre otras muchas actividades de verso y prosa.
Infatigable orfebre del idioma, paciente hasta la extenuación, exigente consigo mismo… sus conocimientos de Ingeniería Técnica de Telecomunicación y de Filología Hispánica resaltan por doquier y es requerido y admirado. Él me acompañó en algunos tramos “A lo largo del río Riaza” y de él aprendí a no ser “superficial”, como también aprendí, por cierto, de Emilio Pascual y de Antonio Horcajo, sus padrinos en esta noche lucera.
Permitidme que finalice esta presentación atropellada con unos renglones rimados romanceramente, aunque me repita en los elogios, como se repiten los judiones de la Granja de San Ildefonso en el cielo del paladar.
Con la “Guía de Segovia”
de dos Pascuales, ¡qué par!,
por sus calles serpentinas
me dispongo a pasear
capítulo tras capítulo
en esta ocasión nupcial
en la que se dan la mano
la escritura al no va más
y el fotográfico arte
de trasmitirla tal cual
fuera en los tiempos antiguos
y en los de la actualidad.
Nueva es y también vieja
como una custodia albar
guardadora de tesoros
de oro y plata al parigual
esta franca plataforma
de factura tan sagaz.
Mis señoras y señores
que con gusto me escucháis,
seguid el guión completo
del principio hasta el final
y os fascinaréis al modo
de nuestra reina ideal.
Diez itinerarios muestra
de distinta paridad
para que el viajante escoja
a su propia voluntad.
Aquí el acueducto firme,
aquí la casa de Abráhn,
aquí la cárcel de Lope…
Y luego, ya más allá,
la Fuencisla con las fuentes
del “Cántico espiritual”
por el que, tras el Cordero,
suspiraba el buen San Juan,
medio fraile o medio hombre,
según la abulense impar,
que asimismo plantó en ella
un monasterio auroral.
Venid conmigo y con ellos
a San Antonio el Real,
subid al Alcázar noble
y en la catedral entrad.
En sus naves, un momento,
disponeos a rezar
y después, si os apetece,
la calle Real bajad
con los tenderetes puestos
al turismo multiplán
que un recuerdo de cerámica
o de cordero lechal
a la China o al Japón
sin dudar se va a llevar.
Llegad luego al acueducto
por ver las aguas pasar
como en tiempos de Trajano,
el segoviano ¿caucal?
que dirigió las legiones
romanas sin cristianar.
Y de allí a Santo Domingo
y al monjío del Parral
y a la alta Zamarramala
de observar y no parar,
desde la que las mujeres
vencieran a los de Alá.
Diez itinerarios muestra
la citada guía usual.
Un pequeño aperitivo
os he dado hoy a probar.
Ahora a gustar la tajada
que esperándonos está.
¡Un aplauso para Emilio
y otro igual para Pascual!
Segovianos, madrileños…
ya me tengo que callar.
Buenas noches. Muchas gracias.
¡Que Dios os haga soñar!