POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
A uña de caballo va este poema por ti, mi Emperador de Bellas Letras.
Eres, Octavio, la rumia comunera, la humildad sosegada y la extrema llaneza: las tres juntas cual trébol de las verdes praderas de la educancia y la docencia regias.
Sigo tu zamorana contemplación de las riberas, me siento a repensar, voy por tu senda. A ti es al que requiero en las noches serenas; contigo es con quien quedo, hombre de bibliotecas.
Ni me afanan los premios ni las honras postreras, ni merezco más precio que el de la obra incierta.
Dame, Virgiio, tu mano mensajera, cantaré como tú los nombres de los frutos de la tierra. Y después… ¿qué sé yo, con tus versos a cuestas? Dímelo ya, Maestro, por lo que tú más quieras.