POR JOSÉ SÁNCHEZ CONESA
No hace mucho visité a María Eulalia Pedreño, la viuda de Pepe Monerri, en su domicilio de la calle Niño. Qué nombre más bonito para una vía. Recuerda que hubo un tiempo en que los críos éramos los príncipes de las calles, con nuestros juegos y griterío. Su esposa desgrana recuerdos en una tarde de salón con la presencia de su hija Lali, rodeados de cuadros de Asensio Sáez, Luzzy, Reverte, Mateo Bovet y galardones como el título de Cronista Oficial de Cartagena, con fecha 28 de noviembre de 2013 o Procesionista del Año en 1991. Aparece un Pepe Monerri hincha del Éfese y de los leones del Athletic de Bilbao, el padre de familia que no era nada autoritario, más bien flexible pero pendiente de los rombos de la tele y de los estudios de sus retoños, sin atosigar.
Disfrutó muchas tardes de domingo con su familia y la familia de la Casa de la Pradera, las conversaciones ante unas cervezas por el Mar de Cristal, los partidos del viejo Almarjal, los recorridos por bares del centro como los míticos Mastia, Gran Bar, Chamonix, La Tartana y el Rincón de Pepe, con sus reglamentos. En estos locales palpaba las inquietudes ciudadanas y les esperaban las noticias acodadas en la barra, que él escribía en un papel, en el aire, sobre la palma de su mano. Un papel y un bolígrafo siempre en el bolsillo, por si acaso, periodista al pie del cañón, como gustaba decir. En cierta ocasión se encontraba el ministro Leopoldo Calvo Sotelo -que después fue presidente del Gobierno- sentado en una terraza del puerto junto a su esposa y se presentó Pepe para tratar de sacarle unas declaraciones. El mandatario le preguntó sorprendido: «¿Cómo se ha enterado usted que estaba en Cartagena?», la respuesta fue inmediata: «¡Porque soy periodista!»
No olvidaba nunca la primera vez que vió a la que sería su novia y luego esposa, los calcetines que llevaba y la chaqueta azul que vestía. Ni las tardes de cine juntos, porque Pepe firmaba crónicas cinematográficas. Su flechazo con el periodismo le llegó a los 16 años, edad en que comienza su colaboración con el dasaparecido diario ‘Línea’, una evolución lógica que partía de las inquietudes de un chaval de 10 añicos que corrió como loco para comentarle a su padre que el Frente de Juventudes ofrecía 25 becas para alumnos de bachillerato. Para obtenerla se sometió a una prueba oral, preguntándole el profesor: «¿Qué hay que hacer para apagar una vela?» Ante la perplejidad del aspirante, el examinador contestó: «¡Soplar!» Pepito respondió: «No, porque tiene que estar encendida». El interrogador exclamó: «¡Anda y vete!»Y salió corriendo el chiquillo. Estudió becado toda la enseñanza media y la carrera de Derecho en la Universidad de Murcia, donde obtuvo excelentes notas, matricula de honor en Derecho Político con el profesor Enrique Tierno Galván y sobresaliente con Isidoro Martín, abuelo de la mujer de su hijo Javier. Una pareja de periodistas.
Periodista de proximidad
Fue fundador en 1951 de la Estación Escuela nº 26 del Frente de Juventudes, en el Palacio de Aguierre, emisora que pasó a denominarse Radio Juventud, trasladándose posteriormente al Paseo de Alfonso XIII, edificio hoy ocupado por RNE. Ingresó en ‘La Verdad’ en 1968 y lo conocimos como delegado de este periódico en Cartagena durante 12 años al frente de ese cargo, y sin embargo nos parecía que llevaba toda la vida de jefe. Además del periodismo local de proximidad, ejerció la abogacía.
Siempre atento al patrimonio de la ciudad publicó ‘La Cartagena que se nos fue’, ‘El patrimonio de Cartagena y sus gentes’, ‘Crónicas cartageneras para el siglo XXI’, con las bellas ilustraciones de Asensio Sáez, y para ‘La Verdad’, en fascículos, ‘Cartagena y sus procesiones’.
En esos textos muestra su dolorido sentir por una Cartagena demolida por la piqueta y el cariño por sus gentes que se fueron. Arturo Pérez Reverte, que vino por sorpresa a su toma de posesión como cronista, escribió: «Pepe Monerri cultiva la nostalgia con la misma intensidad que la hombría de bien o el amor apasionado por Cartagena. Y lo hace con la ternura que los hombres y mujeres de esta tierra dedicaban antaño, como decía el buen Isidoro Valverde, a cuidar un canario en su jaula en el balcón, unos geranios o una maceta de albahaca».
Fuente: http://www.laverdad.es/