POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
Hace unas semanas pasó por el Archivo Municipal de Cáceres una curiosa y amable señora que, con un acento extraño, insistía en conocer mejor el pasado de los judíos cacereños hasta su expulsión definitiva en el año 1492. Aunque la señora era belga, me hablaba en castellano antiguo, una lengua que había heredado de sus antepasados judíos que probablemente vivieron en Cáceres. Esta sefardí, que habla el castellano del siglo XV en el XXI, me recordó la nostalgia en la que debieron vivir, el resto de sus días, aquellos cientos de familias judaicas que después de siglos de permanencia en su ciudad, a la que probablemente llegaron en la antigüedad latina, fueron expulsadas por el mero hecho de tener sus propias creencias. Una intolerancia que en realidad escondía espurios intereses, más relacionados con la hacienda que con los dioses.
La comunidad judía de Cáceres tuvo mucho que ver en el desarrollo comercial de la ciudad durante siglos. Fue una comunidad numerosa. El padrón de los judíos de la corona castellana de 1290, conocido como el padrón de Huete, establece la presencia de 125 familias judías en Cáceres. En el censo de 1479 aparecen censados en la aljama cacereña 130 familias entre las que encontramos gentes dedicadas a todas las profesiones; tenderos, prestamistas, jueces, zapateros, rabinos o físicos. Sus apellidos aparecen en documentos de toda índole y nos dicen que se llamaron Levy, Cohen, Barchilon, Nahum o Raime. Aquí vivieron durante siglos y aquí dejaron sus aportaciones al pasado de su ciudad.
El actual centro histórico comercial surge a partir del siglo XIV, cuando la primitiva muralla deja de ser un impedimento en el desarrollo urbano de la villa. Un hecho en el que tuvieron mucho que ver los comerciantes judíos que activaron durante siglos la acción mercantil de la ciudad. En 1478, por orden de los Reyes Católicos, se decreta el confinamiento de los judíos cacereños en el espacio extramuros que ellos mismos habían creado, en torno a la actual plaza Mayor. Por fin, en 1492 son expulsados de una ciudad en la que vivieron durante siglos. El lugar donde dejaron la huella imperecedera de su pasado. Una huella que, más de 500 años después, busca Malca Levy, una sefardita cacereña venida de Flandes.