POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Monterrubio de la Serena (Badajoz), como Lluces en Colunga, Sahagún en León, Madrid, en Madrid (¡qué redundancia!)… y tantos y tantos pueblos de España) están de fiesta celebrando a San Isidro Labrador; santo que «no araba» sino que «ORABA» a la sombra de un árbol, vigilando cómo los ángeles del cielo conducían la yunta de bueyes que tiraban del arado.
Y yo aquí, frente al ordenador, utilizando el espacio radioeléctrico para contarles cosas; que esto es también -o lo parece- milagro del cielo.
Las fiestas de San Isidro no se conciben sin romería campestre.
Y una romería (que en su concepto es «peregrinación devota a un santuario o ermita donde se venera a una advocación mariana, a a un santo o santa, etc.») exige un eficaz «servicio de intendencia» para atender a los romeros.
Un festivo «peregrino-romero» es aquel que, en devoción primera, asiste a los cultos religiosos; después sigue en «segunda disciplina» lo que recomienda aquel proverbio chino que debe grabarse en los cinturones que «moldean» las cinturas: «CUANTO MÁS TE ENSANCHAS TU, MÁS FELIZ ES TU DUEÑO».
Las meriendas de romería suelen basarse en empanadas, tortillas, ensaladas, escabeches, filetes de carne (vacuno, cerdo…) y dulcería muy variada.
¡Demonios!
Yo creo -y así lo sugiero como hacen mis amigas de Monterrubio- que en este caso, en honor del bueno de Isidro, no se consuma vacuno, pues, como también dice el consejo chino: «No comáis nunca buey; porque además de ser un animal muy simpático es muy trabajador».
Ventura Romero, monterrubiana, nos anima a unos HUEVOS RELLENOS; preparación que se presta a todo tipo de fantasías y especialidades.
Porque, ¿rellenos de qué?
Pues «échenle hilo a la cometa» y dejen que vuele su imaginación.
En Monterrubio, pacenses de tierra adentro, pueden rellenarlos con un buen bonito en aceite de oliva (D.O. Monterrubio de la Serena).
Lo haremos así:
Se cuecen los huevos y, ya fríos y eliminados los cascarones, se parten a lo largo en dos mitades.
Se retiran las yemas y, aplastando con un tenedor, se mezclan con conserva de bonito en aceite, un poco de mayonesa, un poco de ketchoup y un «toque» («una sospecha», dice un amigo mío) de licor al gusto.
Con esta «farsa» (palabra de origen francés -farcir =rellenar-), que no es comedia alguna, se rellenen los huecos de las claras (es decir, de «las medias claras»).
Finalmente, cada pieza se reboza en harina, huevo batido y pan rallado, y fríe en aceite de oliva bien cliente.
Reposan sobre papel absorbente para eliminar grasa de fritura; se llevan a un recipiente adecuado y… ¡a merendar a la pradera!
¡¡FELIZ DÍA DE SAN ISIDRO!!!