POR MARTÍN TURRADO VIDAL, CRONISTA OFICIAL DE VALDETORRES DEL JARAMA (MADRID) Y VICEPRESIDENTE DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL SUR DE MADRID

Esta mañana de sábado (14 de mayo) ha tenido lugar una estupenda excursión, mejor casi sería decir un paseo, hasta Boadilla del Monte. Había sido programada por el Instituto de Estudios Históricos del Sur de Madrid, el centro cívico Buero Vallejo de Alcorcón y la Asociación de Amigos del Palacio del Infante Don Luis.

Hasta allí nos fuimos en autocar desde Alcorcón hasta Boadilla para conocer mejor el Palacio en plena reaturación de Don Luis de Borbón y de la afamada condesa de Chinchón.

Visita que se hizo con todo lujo de detalles a las habitaciones, la iglesia, la sacristía, las tumbas, vimos al egipcio, los jardines que un día diseñó Ventura Rodríguez y hasta el edificio semi abandonado del ‘gallinero’, entre hierbas primaverales y una buena conversación.

La fuente de agua potable, el recuerdo de la grabación de algunas películas o series famosas de televisión ministéricas y la compañía de Paloma Olmedo, de los Amigos del Palacio, de las estupendas guias de palacio, unos compañeros de Alcorcón y hasta una alumna del antigua colegio que aquí estuvo en los años 50.

Mas paseo por el bello conjunto histórico y urbano de Boadilla al Convento Carmelita de la Encarnación lleno de niños de comunión, la iglesia parroquial de San Cristóbal y su santo patrón

Terminamos la visita en esa iglesia, en la que estaba colocado en unas andas para procesionar San Babilés, el patrono de Boadilla. Cuando nuestra guía Paloma Olmedo trató de explicar a quién correspondía la estatua del santo, al oír el nombre una señora a mi lado comentó:

¡Qué raro! Nunca he oído hablar de este santo…

No pude menos de sorprenderme. Porque para ser santo habría que tener un nombre más normal, supongo, y, también que lo sepa esta señora. San Babilés no cumplía, evidentemente, ninguno de estos dos requisitos, por lo cual se hace muy cuesta arriba creer que fuera santo de verdad.

Sin embargo debió de serlo, porque nos ha obsequiado con un día espléndido. Después de días de lluvia, torrencial en ocasiones, hoy ha lucido un sol estupendo y caluroso toda la mañana. Falta nos hacía, porque en los interiores desangelados del Palacio del Infante hacía frío y pudimos pasear por los jardines anexos y, sobre todo, por el medio derruido “gallinero”.

Comenzó la visita del Palacio de este infante real, tan cardenalicio, tan amante de su mujer e hijos, amante de su hermano que le hizo mucho la puñeta en toda su vida y de su tranquilidad. La visita genial a cargo de una excelente guía, que nos transmitió todo lo que se puede saber de su historia, plagado de anécdotas en ocasiones, y de detalles dramáticos en otras.

Este palacio que mandó construir al arquitecto real Ventura Rodríguez, Luis de Borbón, el hermano más pequeño de Carlos III que fue primero Cardenal de Toledo y Sevilla y más tarde fue padre de familia y desterrado a Arenas de San Pedro, por esa misma condición de padre y casado con una jovencita, eso es lo que marcó desde sus comienzos una fuerte desunión familiar.

Carlos III, el gran Rey por miedo a descendencia de su hernano solamente le permitió disfrutar de este palacio en muy breve estancia de tiempo y le obligó a construir otro casi igual en la abulense localidad de Arenas de San Pedro.

La restauración ha llegado solamente a una parte del bello edificio. La capilla tal vez sea el lugar más destacado, con varias cosas muy destacables: la bóveda que la cubre toda ella prácticamente; los sepulcros de la Condesa de Chinchón, y el de su hermana pequeña María Luisa y el coro-balcón desde el cual podía oír misa el Infante sin ser visto, y sobre todo su luminosidad.

El resto del palacio se fue recorriendo despacio siempre con los jugosos comentarios de nuestra guía: la sala de música, la alcoba de la Condesa de Chinchón, y sus posibles truculentas historias amorosas como las de su marido Manuel Godoy y Pepita Tudó, y otros salones aún por restaurar.

Desde los balcones se pudo ver una panorámica estupenda de los jardines restaurados, que son una maravilla.

Nos dimos un paseo por los jardines, como era preceptivo. La restauración de la plataforma cercana al palacio está terminada y cuando crezcan las plantas decorativas será aún mejor de lo que es ahora. Como el día nos acompañó, este paseo resultó sumamente agradable.

Desde allí nos fuimos a la explanada frente a palacio, la fuente de agua potable y su deposito, los “gallineros”, llamados así porque el Infante coleccionó aves exóticas y mandó construir un singular edificio circulare en las cercanías del palacio.

Es tal vez la zona en peor estado de conservación de todo lo que pudimos ver. Pero si se consigue restaurar no desentonará absolutamente nada del resto de este complejo de edificios, jardines y muros construidos en torno al palacio.

La visita resultó casi imposible a la iglesia de la Encarnación, la iglesia del convento, muy cercana, debido a la celebración de las primeras comuniones del mes de mayo. Nos conformamos con ver su fachada y su plazoleta.

La iglesia de Boadilla, con su san Babilés en andas para sacarlo en procesión, fue el final de la visita. ¿Cómo no la íbamos a terminar en la iglesia del santo patrón? Por cierto, en ella ha sido llevado un trabajo muy bueno de restauración.

Debemos dar las gracias, a mucha gente por este tranquilo, cultural y primaveral paseo por el patrimonio cultural de Boadilla, a Paloma Olmedo, a Magdala y Mercedes del Buero Vallejo, a los asistentes a este bello recorrido y a cuantos acuden a nuestras actividades y actos culturales dentro del Instituto de Estudios Históricos del Sur de Madrid.

De vuelta al punto de partida para esperar al autocar que nos devolvería a Alcorcón fuimos comentando la excursión tan placentera que hemos realizado, y -¡cómo no- las gracias que deberíamos dar a San Babilés, por el día tan fenomenal con que nos ha obsequiado en la visita a su pueblo, Boadilla del Monte.