POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Silencioso tal cual ser en su modestia sincera, está pasando a la baja como baja una mortaja el centenario de Buero. Este mundo así es de huero.
Lo que hay que decir primero de “Historia de una escalera”, su comedia pionera con la que inició una era en el teatro español, es que no encuentra perdón desdeñar su calavera.
Yo le conocí de veras, no en la cárcel traicionera mas sí en el Café Gijónen su mesa tertuliera, donde algún que otro aguijón de los propios recibiera.
Yo le quise y yo le quiero por su instinto dialoguero con el que dio que pensar. Pero me apena el olvido en el que se le ha metido después de tanto penar.
Antonio Buero Vallejo se dejó entero el pellejo en su soledad mortal sin importarle el desprecio, las injurias o el aprecio del público en general.
¿A quién pedir cuentas hoy, si lo mismo que Rajoy, Podemos y Ciudadanos con los socialistas vanos le despojan de su honor? Pues a ninguno, señor.
Descanse en paz y que vuelva cuando la insania española sí que sí se quede sola y entre inciensos se le envuelva por su estela y por su estola. Que merecer mereció un primer plano en la escena cuando España estaba llena del cieno que la parió.
Jugara al tute y al mus con Vizcaíno el derecho o no dijera ni mú, no asiste a nadie derecho a no ponerle en el pecho una ensalzadora cruz+. Vaya la mía delante reconociendo su hombría; lejos de mí la manía de matar al contrincante; con talento y con talante se acaba esta guerra fría.