POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Hace meses escuché a Anna-María Hefele en una exhibición de canto difónico, o sea, dos melodías a la vez; le dicen canto de armónicos, propio del folclore del Tibet, el oeste de Mongolia y, sobre todo, Kyzyl, capital de la República de Tuvá. Es una técnica vocal dificilísima, circense diría, donde se oye una voz principal acompañada de reverberaciones, como si otras cuerdas ocultas en la faringe sonaran por simpatía. Oí hablar de aquel tenor navarro, Gayarre, que tenía dos laringes, una masculina y otra femenina, pero si cantaba una callaba la otra; en este caso suenan las dos de manera inquietante y hasta diabólica; es moneda común que una persona diga una cosa y piense otra, pero que entone al mismo tiempo dos melodías sorprende, es como si en el beso amoroso nos saliera al paso una lengua bífida. Pues bien, algunos partidos políticos se han dado a la difonía.
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