POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
No sé qué es mejor; si ser oportuno o inoportuno, ya que a veces, lo primero puede dar resultado y lo segundo, en otras también. Siempre hemos dicho que un buen fotógrafo es aquel que está en el lugar y el momento justo, o sea lugar y tiempo. Pero, a veces la presencia de ellos en actos públicos, entorpecen inoportunamente a los asistentes. Sin embargo, que no se tome todo ello como crítica al trabajo de profesionales y aficionados de este arte, con los que colaboro, respeto y admiro. Ahora bien, hay ocasiones en que la oportunidad, por aquello que, aunque involuntariamente nos surge en un lugar y en un tiempo determinado, nos facilita la tarea y a veces, nos sorprende. De ésto, podemos decir mucho aquellos que nos dedicamos a la investigación histórica. Pues, son bastantes ocasiones en las que sin pretenderlo, en un día cualquiera (el tiempo) y en el archivo (el lugar) nos encontramos datos que desde hacía tiempo íbamos buscando, o bien, aparecen otros que celosamente guardamos para aprovecharlos en una nueva ocasión. Ni que decir tiene, que la alegría que nos produce en ambos casos, es la mejor remuneración que podemos pretender.
Así, hace años, más de treinta, investigando sobre la vida del oriolano Julio López Maymón, deán de la catedral de Cartagena en Murcia, surgían y brotaban notas y notas que después íbamos utilizándolas para otros trabajos independientemente de la biografía del canónigo, que lo desplazaron en la lista de las posibles publicaciones, hasta que llegó el momento de la misma, en 2009. ¡Cómo pasa el tiempo!, hace ya siete años.
Otras veces, la oportunidad surge cuando intentando localizar documentación nos encontramos con alguna referencia que podemos utilizar de inmediato, tal como me sucede con “La vuelta a los puentes”. Así, rebuscando entre los documentos del Archivo Diocesano, intentando obtener notas sobre el capuchino Ignacio de Monzón, en esos legajos en los que cabe todo sin orden temático ni cronológico, me tropecé, nunca mejor dicho, con un cuadernillo de cuatro páginas, de las que dos estaban escritas, la tercera sólo unas líneas y la cuarta en blanco. El encabezamiento no podía ser más sugerente: “Memorial de advertiments de negocis a tractar en les corts generals de Monço per lo capitol de Oriola”. La datación me plantea dudas pues aparece con otro tipo de letra y tinta e indica 1653, con la cifra de las unidades tachada con un 4. Así que la inoportunidad de la datación no nos favorece el llegar a saber exactamente, para qué Cortes Generales celebradas en Monzón fue necesario el citado memorial. Sin embargo, sí que podemos tener en consideración lo especificado en el mismo, en el que lo primero era la exigencia por parte del Cabildo Catedral de que al ser convocado por carta del Rey, se debía procurar el que se le designara lugar y el poder ejercer el voto. Y si por cualquier causa se le impedía se debía de hacer valer la carta del Monarca, máxime, según se indica por “ser Patrón de esta iglesia”. Así mismo, en el caso que no pudiera ocupar lugar por no tener jurisdicción temporal, se debería intentar que el Rey concediera la merced de jurisdicción del lugar de Catral “aldea de Oriola”. Por otro lado, se pedía que el Rey otorgara a la iglesia oriolana la facultad para adquirir seis mil libras, exentas de todo derecho de amortización y sello, a fin de dedicarlas a doblas y aniversarios y otras administraciones de la misma, tal como se había conferido a las iglesias de Segorbe y de Valencia, en otras Cortes Generales.
El Cabildo Catedral pedía además que se ampliaran los privilegios de inmunidad y libertad de diezmos, equiparándolos a los que se habían concedido a la iglesia de Valencia, para aquellos tratos realizados dentro y fuera del Reino, tanto para los compradores como para los eclesiásticos. Con ello, se pretendía, además de gozar la iglesia oriolana de este privilegio, que se evitase las molestias que les ocasionaban los “jueces civiles” que, a veces, les impedían realizar ventas al por menor, e incluso al por mayor, alegando que dicho privilegio sólo estaba concedido a Valencia. Así mismo, se alegaba que al ser la cosecha de trigo abundante y no poderlo vender, y tener que almacenarlo, antes del año se corcaba apareciendo gorgojos. Las demandas, iban encaminadas a estos asuntos, haciendo referencia que se debía de resolver, ya que en algunos lugares del Obispado, el Consell arrendaba la panadería y las tiendas de aceite, vino y otras vituallas impidiendo a los eclesiásticos arrendadores de los diezmos la venta al por menor, siendo penados y castigados en caso contrario. Así mismo, se daba cuenta que los jurados oriolanos habían hecho mucha provisión de trigo, y al haber sobrante habían intentado repartirlo entre el obispo y el Cabildo, causando con ello perjuicios a los eclesiásticos.
Por otro lado, se reclamaba que el Cabildo oriolano pudiera concurrir a las elecciones de eclesiásticos para la Diputación de Valencia, ya que era el que más contribuía por lo general y por la cantidad de seda que se enviaba a Castilla. Al reclamar la inmunidad de las iglesias, se hacía valer que todas ellas, y no solo las mayores de cada lugar, gozaban de ello, desde cuando Oriola no estaba unida a Valencia, y que siempre se había llevado a la práctica la costumbre de Castilla.
No sabemos si sería oportuno este memorial, pues lo ignoramos. Lo cierto es que pudo ser tenido en cuenta, en el momento o tiempo (1653 ó 1654) y en el lugar adecuado (Cortes de Mozón).
Fuente: http://www.laverdad.es/