SANTIAGO Y ABRE ESPAÑA

POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)

santiago apostol

Abre, Santiago, señor de las conchas bivalvas compostelanas de los peregrinos, abre la caja de caudales de esta España marchita y desnortada, como la abrió en secreto devoto el ladrón del Código Calixtino hace un par de años sin que se enterara ni el ecónomo de la catedral. Llaves, oh, llaves.

Abre el cepillo limosnero de las dádivas empresariales a los altos jerifaltes políticos, turnantes y tunantes, para que les ofrecieran garantías de contratos de construcción de obras gigantescas, muchas de ellas innecesarias, inútiles e inservibles. Ni un pájaro posa en algún aeropuerto ahora.

Abre, Santiago, señor honorable, las conciencias malversadoras de las gentes de este pueblo sin valores éticos ni morales a los que agarrarse, porque se ha pervertido la honestidad y ya no se sabe lo que es.

Abre la calle insaciable de verdades como puños que nos ocultan como quieren porque pueden los mangantes de toda condición malsana con guantes blancos (o negros). Duro con ellos.

Abre los ojos a quienes niegan la evidencia de una desmejora cerebral, económica y social en este país del nunca jamás pondré la mano sobre el fuego-juego de los tejemanejes dinerarios, falsamente prohibidos o penados (vaya broma de mal gusto).

Toda tu España, Santiago apóstol estrellado, se halla desprotegida y embarcenada. ¿Quién la desembarcenará? El Rajoy que la desembarcene buen desembarcenador será. ¿Pero será posible? Quizás, quizás, quizás… ¡Cuán largo me lo fiáis, que desconfío!

En este día de celebración gallega, sólo gallega, que sepamos sin más gaitas de artificios contables, si subimos o bajamos, si marchamos o nos encontramos empantanados en el chapapote de la indignidad y de los emolumentos usurpados con secretismo y alevosía personal de tantos y cuántos amasaron una masa sobornada porque sobornable era, y ha quedado manifiesta.

España está abierta al sol que más alumbra y deslumbra por playas de turistas internacionales (seis millones en junio) pero las sombras de la sospecha usuraria se cierne sobre ella como en los peores tiempos opacos que sufrimos en siglos y en silencio.

Ábrete, sésamo, cueva de Alí Babá (bobos y babosos nosotros), clamamos muchos ciudadanos en vano en estas mil y una noches de latrocinio exasperante e impenitente que nos asola, nos deja a solas.

Señor Santiago, santo embarcado cadáver desde las proximidades palestinas del nacimiento del nazareno Jesús, sálvanos del naufragio económico ahora que estamos zozobrando en la Europa del euro flotante. Ráptanos si es preciso como al viejo toro mítico del laberinto de Creta. Para laberinto, éste en el que estamos enredados día a día sin una Ariadna redentora que nos guíe y nos saque del aprieto.

Señor Santiago, ya no le invoco ni le importuno más. Que los cielos, ya que no la tierra ardida, nos sean propicios a partir de este momento oscuro, cenizoso. Sol, más sol, luz, más luz, clamó Goethe al morir, y pidió abrir las ventanas. Ábranse puertas y ventanas de una p.vez. Gracias, si es que es así.

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