POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

No hace mucho, leíamos en la prensa el accidente mortal en el trabajo que había sufrido un obrero en el Safari Aitana de Panáguila, en el que se albergan ejemplares de animales salvajes. Y me viene a la memoria la defensa que sobre éstos se hace por parte de algunos sectores, logrando la prohibición de circos que lleven en sus actuaciones números con animales, o la encarnecida lucha contra las corridas de toros, a pesar de estar dentro de nuestra propia cultura, historia y tradiciones. Digo encarnizada, porque para protestar contra ellas, no se duda en embadurnase los antitaurinos con tinta color sangre, dando con ello un espectáculo que también atenta contra la sensibilidad de las personas. Creo que es una moda, ¡qué le vamos hacer! Pero, por qué no elevan protestas contra dichos animales cuando los afectados son humanos y aquellos están, o bien amparados, o en principio bien albergados y no sufren daño. Sin embargo, en Bombay en que los monos están protegidos al ser considerados como la encarnación del dios Hanuman, hace poco, debido a sus tropelías, se capturó al jefe de una manada y se le condenó a sufrir la vergüenza pública y al destierro.

Recuerdo que en mi anterior estado, o sea en el profesional, por razones obvias y a fin de aplicarlos como ejemplos en los cursos de prevención de riesgos laborales que impartía, fui coleccionando una serie de accidentes de cierta singularidad, entre los que se encuentran los ocasionados por animales e insectos. A ellos, nos vamos a referir, y comprobaremos que lo sucedido en Penáguila, no era la primera vez que ocurría en nuestra provincia. Si bien, en este caso fue un búfalo el que corneara al trabajador cuando estaba construyendo una valla a fin de acondicionar las instalaciones. Al parecer el trabajador o algún compañero, cometió una imprudencia y fue atacado por el cornúpeta. Con anterioridad, en el Safari Park de El Verger, el ataque fue de un ñu, ocasionando la muerte del trabajador al ser corneado por la espalda cuando estaba limpiando la jaula existente en el espacio que ocupaba una pareja de esta especie. No era ésta la primera vez que acaecía un accidente mortal en dicha reserva, pues en 1999, tres tigres de bengala atacaron a dos visitantes causándoles la muerte, al haber actuado éstos de forma negligente. Pero, estos tipos de accidentes, también se dan entre animales considerados como domésticos. Tal es el caso ocurrido en marzo de 1991, al morder un cerdo a un trabajador, en Ciguñela (Valladolid). El puerco que era un viejo semental de 200 kilos, se estaba peleando con otro animal de su especie más joven. El trabajador, queriendo poner paz se interpuso entre ambos y el anciano gorrino le seccionó la arteria femoral al trabajador, desangrándose.

Sabemos que, entre los mejores amigos del hombre existen también razas consideradas como muy peligrosas, aunque hay otras más dóciles, pero su instinto a veces les crea agresividad. En este último caso, me viene a la memoria lo que le ocurrió a mi padre, que era veterinario, cuando dirigiéndose de su trabajo a casa, al pasar por la fábrica de conservas de La Agramadora en la calle Obispo Rocamora, el perro que allí tenían se acordó del que lo había vacunado contra la rabia, lanzándose sobre el mismo dándole un bocado, rompiéndole los pantalones por el trasero. Menos mal que la cosa no fue a más, como le ocurrió a un empleado de un desguace en Torrellano, el cual para poder atender a una clienta, intentó encerrar a los dos perros que tenía en su caseta, cuando uno de ellos de raza Akita Inu oriunda de Japón, se lanzó a morderlo, seccionándole la arteria femoral, desangrándose y muriendo mientras llegaban a auxiliarlo.

Mas, no sólo los trabajadores se han visto afectados por animales, ya que conocemos algunos casos de ataques que han sufrido por insectos. Fue muy sonado el caso que sucedió, en agosto de 1992, en la empresa Ballestas Alicante, en el Pla de la Vallonga, a cuatro trabajadoras al ser atacadas por los mosquitos. El propietario lo achacaba a la imprevisión de las autoridades por no prever en dicha zona las plagas de estos insectos, que se acrecienta por la lluvia. Así mismo, no hay que dejar a un lado los ataques sufridos por piojos, chinches y por pulgas, estas últimas se cebaron con algunos trabajadores de una conocida empresa de comunicación en Valencia, hace dos años.

En nuestra ciudad no quedamos exentos de estos accidentes laborales causados por seres vivos, pues en marzo de 1904, estando cargando naranjas en un carro, Monserrate Lidón apodado como “Musola”, le dio una coz el caballo, fracturándole el pómulo izquierdo, y le ocasionó diversas heridas en el labio superior, ceja, y frente.

De todas formas, aquellos que defienden a los animales, vemos que cuando éstos son los que se ceban con los humanos, hacen caso omiso. Veo bien que se les proteja, e incluso que se establezcan albergues para ellos, dando por sentado que estarán bien tratados. Sobre estas iniciativas hace tiempo me llamó la atención el titular de un periódico, en el que se decía: “Una fundación europea financia la construcción de un santuario para burros”. Estaba bien la idea, pero, porqué utilizar el término “santuario”, en vez de albergue, cuando aquél tiene por significado como el templo en que se venera una imagen o una reliquia de santo. Es posible que, más de un humano que sea un burro, pretenda ser santo para vivir en un santuario. Mientras tanto, a mí particularmente me gustaría que siguieran los circos con animales, que pervivieran las corridas de toros, y que a los animales que hiciera falta fueran albergados aunque sea en un “santuario”. Pero, ojo, y precaución que, aunque parezcan inofensivos, algunas veces ellos también atacan, como el can que le rompió el pantalón a mi padre.

Fuente: Diario LA VERDAD. Orihuela, 17 de junio de 2016