JULIÁN HURTADO DE MOLINA, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA: «NO PODEMOS VOLVER A LAS TRINCHERAS A LA HORA DE REVISAR EL CALLEJERO»
Jun 19 2016

LA CORPORACIÓN MUNICIPAL APROBÓ EL PASADO MARTES NOMBRAR AL ABOGADO JULIÁN HURTADO DE MOLINA NUEVO CRONISTA OFICIAL DE CÓRDOBA, UNA PERSONA CON UN GRANDÍSIMO ESPÍRITU RENACENTISTA

El nuevo cronista oficial de Córdoba, Julián Hurtado de Molina, posa junto al Templo Romano.
El nuevo cronista oficial de Córdoba, Julián Hurtado de Molina, posa junto al Templo Romano.

Nos recibe a las puertas del Templo Romano como prólogo a una conversación que se va a convertir en todo un máster de la historia de Córdoba. Porque Julián Hurtado de Molina, abogado de profesión y hombre que bien podría haber sido un artista del Renacimiento, como reza su interminable curriculum, que revela toda una vida dedicada a esta ciudad, es una enciclopedia de la cordobesía. No hay nada más que conversar una hora con él para que lo demuestre sin proponérselo. Ese amor por Córdoba le ha llevado a ser el nuevo cronista de la ciudad, tal y como decidió la Corporación municipal en Pleno el pasado martes.

-La figura del cronista oficial de la ciudad se le escapa a la gente. ¿A qué se debe dedicar el cronista oficial de Córdoba?

-Son muchas sus funciones. El cronista es el responsable de reseñar los hechos históricos más significativos, en este caso, de la ciudad de Córdoba. De alguna forma también debe ser un celoso guardián del patrimonio histórico y cultural de la ciudad y, por supuesto, también un investigador y un recopilador y fedatario de esta realidad social y cultural de la ciudad, de manera que sea una persona útil a los cordobeses. Mi tarea es la de investigar sobre el pasado, interpretar el presente y marcar unas pautas de cara al futuro, además de defender las tradiciones, los hábitos sociales, la realidad y las costumbres de los cordobeses, y también de servir de asesor y consultor al Ayuntamiento.

-¿Y cómo se hace eso?

-A través del conocimiento de las gentes de Córdoba, de sus personajes y de una cosa muy importante, sin distinción. Es decir, que la figura del cronista tiene que ser la más objetiva y la más imparcial posible. Por eso, para mí es una gran alegría que haya sido el Pleno del Ayuntamiento, los seis grupos políticos, los que por unanimidad me han votado, porque para mí es esencial contar con la legitimidad de todo el pueblo de Córdoba a través de sus representantes, en un Ayuntamiento que quizás es de los más pluralistas que ha habido hasta ahora en la ciudad.

-¿Ha pensado ya en qué va a centrar su trabajo como cronista inicialmente?

-Sobre todo, en reivindicar el siglo XX cordobés, un siglo en el que ha habido etapas muy dispares -la Segunda República, la Dictadura de Primo de Rivera, el Franquismo- en las que quien ha estado gobernando ha orientado las cosas a su criterio y ha ocultado determinadas cosas que no le convenía dar a conocer al poder constituido en cada momento. Aunque se han publicado obras muy importantes que abarcan esa época, creo que habría que completar ese arco historiográfico de conocimiento de nuestra historia. Lo que más me interesa al respecto es el conocimiento de la realidad social de los cordobeses, de los movimientos sociales, religiosos y políticos.

-¿Se refiere a dar a conocer a esos cordobeses anónimos que son pieza fundamental en la historia de la ciudad?

-Sí, me gustaría dar a conocer a esos otros cordobeses desconocidos. No sólo a las grandes figuras que han destacado, que por supuesto hay que tratarlas. A esos cordobeses que han vivido en el campo, que no han podido tener en determinados momentos acceso a la cultura o a la educación o a la vivienda. Para entender esa determinada época hay que conocer también, por ejemplo, la realidad de los temporeros del campo, no sólo hay que hablar de lo que aprueba el Ayuntamiento o la Diputación.

-Como usted ha dicho, una de las labores del cronista es la de asesor y consultor del Ayuntamiento, ¿qué aconsejaría en el Ayuntamiento en el caso abierto con el Obispado por la titularidad pública de la Mezquita?

-Es un asunto muy controvertido en el que creo que todo el mundo tiene parte de razón. Cuando Carlos I viene en viaje de novios hacia Granada, tras casarse con Isabel de Portugal, y visita la Mezquita-Catedral y ve la construcción de su crucero, la tradición dice que si hubiera sabido cómo iba a quedar no hubiera dado su consentimiento. Esto quiere decir que en la controversia que hubo entonces entre el corregidor, Luis de la Cerda, y el obispo de la época, se acudió al rey. Entiendo que si en aquel momento el edificio se hubiera considerado de la Iglesia se podía haber acudido al Papa. También digo que a principios del siglo XX el Estado español fue el que lo declaró monumento nacional y el que se gasta el dinero en reconstruirlo y, además, todos los organismos públicos se han gastado el dinero en él, aunque es evidente que también ahora lo hace el Cabildo. Por supuesto que esto es totalmente compatible con el uso como catedral de culto católico, es defendible, y debe seguir siendo así. Sin embargo, en el asunto de la propiedad no sé si las inmatriculaciones de la Iglesia Católica deberían de haberse hecho de otra forma, con el consenso de los representantes públicos, sin que nadie impusiera a nadie sus propios conceptos. Si la inmatriculación se hubiera hecho de una forma más consensuada, habría sido al gusto de todos. Hasta el siglo XXI no se ha inmatriculado a nombre de la Iglesia, y mi pregunta es si se consideraba que era propiedad de la iglesia ¿por qué no se ha hecho hasta entonces? Evidentemente, también hay un concepto jurídico, y es que si tú gestionas, caso del Cabildo, un bien durante un determinado número de años lo puedes adquirir por usucapión, por el tiempo en el que realizas labores que demuestra la propiedad, pero también es cierto que esa inmatriculación estaba proyectada para inmatricular por parte de la Iglesia edificios dedicados al culto que no tuvieran propietario reconocido. La pregunta clave es si la Mezquita-Catedral tenía propietario reconocido en ese momento, aunque no inscrito, por parte del Estado, del Ayuntamiento o de los poderes públicos civiles. Si no lo tenía, evidentemente la Iglesia tiene todo el derecho del mundo. Si tenía algún tipo de dominio o se había demostrado actuaciones que implicasen el dominio por parte de las autoridades civiles, entonces no nos encontramos ante una inmatriculación que pueda ser jurídicamente correcta. Yo creo que con diálogo, al que apelo, se puede llegar a un acuerdo, pero evidentemente no se puede convertir en un problema que perjudique a los cordobeses.

-Y como cronista, ¿qué opina de la propuesta de revisión del callejero pare eliminar nombres por motivos políticos?

-Todas las cosas no son blancas o negras. Creo que hay que contextualizar a cada uno de esos personales, verlo con los ojos del momento histórico en el que vivieron, no con los del actual. Si fueron personajes que hicieron el bien por los cordobeses, siempre que no actuaran de una forma dictatorial o ajena al bienestar de la ciudad, creo que pueden estar en el callejero. Eso sí, jamás defenderé que esté quien sopesando pros y contras haya perjudicado a Córdoba. Lo que no podemos es volver a las trincheras, a los fundamentalismos, porque así no nos vamos a poner de acuerdo.

-Usted fue presidente de la Hermandad de San Rafael, ¿por qué sigue siendo la única advocación importante en Córdoba que no sale en procesión cuando hay muchos cordobeses que lo demandan desde hace décadas?

-San Rafael es una seña de identidad de Córdoba desde el siglo XVI. Está en todos sitios en Córdoba, y eso es bueno. Está en las calles, en las casas e incluso a mediados del siglo XVIII, con motivo del terremoto de Lisboa, empieza a instaurarse como costumbre el poner su nombre a los niños y niñas como agradecimiento por haber librado a la ciudad, según la tradición, de este terremoto. Creo que ese hecho de que esté en todos los lugares ha contribuido a su no salida procesional. Al igual que creo que el segundo elemento por el que no sale en procesión habitualmente es porque tradicionalmente lo ha hecho en momentos extraordinarios, con motivo de calamidades y epidemias.

-Pero usted siempre ha sido un defensor de que San Rafael salga anualmente en procesión

-Por supuesto. Yo reivindico que San Rafael pueda salir con la procesión del Corpus, al igual que en Sevilla sacan junto a la custodia a Santa Justa y Rufina, por ejemplo. En la etapa mía como hermano mayor de la Hermandad mi primer objetivo fue sacar a San Rafael, porque era un sentir del pueblo y yo siempre voy a estar al lado del pueblo de Córdoba, de todos esos cordobeses anónimos. Mire, hay una anécdota que nunca olvidaré porque me marcó. En el Realejo, cuando volvíamos una vez con la imagen de San Rafael en procesión, un señor me agarró de la mano y me dio las gracias diciéndome que era muy mayor y que en 1944, por circunstancias, no pudo ver al custodio en la calle y que ese era su mayor deseo. Me dijo que ya se podía morir tranquilo, porque había por fin visto a San Rafael en la calle. Aquello me puso el vello de punta, me conmovió. Generaciones de cordobeses han estado pidiendo ver a San Rafael en la calle y ha habido momentos en los que podía haber salido.

-¿Y por qué no se ha hecho?

-Mire, se debe trabajar en ello, como se debe trabajar y potenciar en todo lo que los cordobeses quieren. El sentir del Ayuntamiento, de las autoridades civiles, de la Iglesia y del cronista oficial tiene que ir en torno a lo que los cordobeses quieren, aman, defienden y con lo que se sienten identificados.

-¿Y qué es lo que quieren los cordobeses?

-Fundamentalmente, los cordobeses lo que quieren ahora es un empleo, que se les tengan en cuenta sus necesidades en materia de educación y cultura, y en materia económica, quieren transparencia en todos los aspectos y no sólo de los poderes públicos, también del sector empresarial y de la Iglesia. Quieren saber, sobre todo, en qué se gasta su dinero el Ayuntamiento y para qué se gasta, quieren una ciudad acogedora, en la que se sientan a gusto. No hay que olvidar que los cordobeses somos los dueños de la ciudad, somos a quien tiene que ir dirigida en todo momento la labor de los representantes públicos y de todo el mundo.

-¿Y qué es lo que quieren los cordobeses en lo que a usted respecta, en materia cultural?

-Desde el punto de vista cultural, las líneas están trazadas. En el imaginario popular están las culturas romana y musulmana, por ejemplo, que marcan un camino que hay que seguir recorriendo. No obstante, en materia cultural creo que debe haber una cierta continuidad gobierne quien gobierne, porque la cultura no tiene color político, porque en la cultura cabe estudiar los movimientos sociales, sean de izquierda, de derecha, progresistas o conservadores, todo cabe en la cultura, no tiene porqué limitarse a nada, lo que implica que la línea cultural tiene que estar por encima de los avatares políticos, que por otra parte son legítimos. Además, es evidente que el avance cultural en Córdoba desde hace 40 años para acá está ahí. Hay que reconocer la labor que en el pasado han realizado los cordobeses en general y determinadas personas en particular que han luchado por que el patrimonio material de Córdoba, el barrio de la Judería, por ejemplo, y otros barrios típicos cordobeses estén como hacía siglos que no están. ¿Que hay que mejorar esa labor?, claro que sí.

-También su papel es el de defender la tradición,

-Sí, y como cronista reivindico que, por favor, no se le dé al término tradición connotaciones peyorativas, ni carcas, ni trasnochadas. Las tradiciones nuestras no tienen por qué ser sólo hablar de Séneca o de Julio Romero o de las romerías y festejos, es que también una tradición cordobesa que son los movimientos sociales. En todos estos aspectos estamos hablando del pasado de la ciudad, no del oficial, sino del real, esto es historia, tradiciones. Aquí hay una cultura de asociacionismo obrero, de religiosidad popular… en toda etapa histórica ha habido inquietudes y problemas y cada uno los ha intentado resolver a su manera, de acuerdo con su forma de pensar y según esa etapa histórica.

-¿Qué es lo que va a proponer el cronista en próximas fechas?

-El cronista tiene por delante colaborar en que se celebre el 1.300 aniversario de la creación de la ciudad de Córdoba como capital de Al-Ándalus. Es importante por lo que significó Córdoba, por lo que reivindicamos que debe de seguir siendo esta ciudad y por la dignidad de los cordobeses, que hemos estado olvidados durante muchísimo tiempo. Otras cosas que también tenemos este año que impulsar es la celebración del 150 aniversario de la unión de Córdoba con Madrid por ferrocarril, así como la conmemoración del paso de Cervantes por Córdoba, que estuvo estudiando en los jesuitas, en lo que hoy es la Iglesia de la Compañía, o el tema de Santa Teresa, ahora que se conmemora el año que se conmemora su aniversario. Santa Teresa estuvo en Córdoba, creó conventos. Es decir, hay una historia de Córdoba por potenciar, una historia que refleja lo que en otros momentos otros cordobeses estuvieron haciendo por la vida de nuestra ciudad.

Fuente: http://www.eldiadecordoba.es/

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