INDIGNADO CON LA ACTUALIDAD

POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

Portada del diario La Verdad, 1 marzo 1964.

Portada del diario La Verdad, 1 marzo 1964.

En ocasiones, ante situaciones que nos vemos impotentes de resolver, la respuesta más común del ser humano es la de indignación. Son muchos los motivos que pueden dar lugar a ese comportamiento, y buen ejemplo de ello los vivimos en la actualidad, de igual forma que también son demasiadas las formas de actuación para mostrar descontento o enojo. Sin embargo, lo que no es de recibo es las faltas de educación y de respeto, la ignorancia consciente de la legislación vigente amparándose en un concepto pseudo democrático y oportunista, que lo único que busca es esa `ganancia de pescadores´ que completa el dicho «de a río revuelto», y que muchas veces tiene y utiliza por protagonistas a verdaderos profesionales de la algarada callejera.

Comprendo y, en parte, entiendo los motivos que dan lugar a que se muestre disconformidad ante la situación actual, que dicho sea de paso, todos la estamos sufriendo. Mejor dicho, unos más que otros, otros que son los que han dado lugar a todo ello. Mas, esto no justifica la ofensa a instituciones y símbolos reconocidos en nuestra Carta Magna. No me vale el que se diga, que todo se regularizó hace treinta o cuarenta años, y que ya ha llovido desde entonces, pues bajo esa perspectiva cada diez lustros se debería reconvertir la situación de manera cíclica, aunque haya funcionado bien.

Pero, si de indignados tratamos, son otras muchas cosas, al margen de todo lo anterior, las que nos llevan a adoptar esa postura. Sin ir más lejos, es indignante la muerte injusta de un niño, al que no le gustaban los petardos y que le daban miedo, y que sin él quererlo se vio envuelto en un acto irresponsable de otro menor. Me estoy refiriendo a las no muy lejanas fiestas, hace poco más de un mes, de las Hogueras de San Juan de Alicante, en que un pequeño falleció en un accidente por pólvora, sin estar participando en el asunto.

Indignado por la irresponsabilidad de los padres de aquél que introdujo el petardo en un bote y prendió la mecha. Indignado por aquél que enseñó la técnica a un niño. Indignado por el motivo que causó las lágrimas en los padres del que vio su yugular seccionada por la metralla. Indignado por las palabras de pasividad de algunas autoridades por la permisividad del uso irresponsable de la pólvora.

Indignado por que se diga que la venta de estos productos está «regulada, controlada y vigilada perfectamente», cuando nos hemos cansado de ver tirar petardos a muchos niños entre las mesas de las terrazas en presencia, en compañía y con la complacencia de sus padres. Indignado por la actitud de esas autoridades que dan como única solución un crespón negro, cinco minutos de silencio, el poner una placa en el lugar del accidente, sin tomar medidas para el futuro, o que se diga que siempre se tendrá un recuerdo para el niño. En consecuencia: indignado, muy indignado, indignadísimo.

No nos vale el que se diga que ha sido una desgracia que podía haber ocurrido en otro lugar. Sé que el uso de la pólvora está dentro de nuestras tradiciones, maridando con la música y el fuego. Incluso me atrevería a decir que son consustanciales con nuestra forma de ser levantina. Pero, soy consciente de que se debe extremar al máximo el empleo de la pólvora en momentos festivos, sobre todo en manos de niños. La pólvora siempre ha sido mala compañera y ha tenido su aplicación bélica, pero su empleo festivo, sobre todo en la fabricación de productos pirotécnicos también ha dado lugar a situaciones nefastas, teniendo en cuenta que doy por descontado el manejo responsable de los fabricantes de dichos productos.

A pesar de ello, son muchas las ocasiones que en Orihuela, a lo largo de su historia más reciente se han producido accidentes con distintas consecuencias en relación con la pólvora. En 1891, La Unión Republicana dio la noticia del accidente acaecido en la fábrica de pólvora de los Chies, que estaba establecida en el terraplén del Cuartel. A consecuencia del mismo, dos operarios sufrieron quemaduras de carácter grave, uno de los cuales conocido como el `Rojo Campusino´, tuvo que ser oleado. En 1902, como hecho casual fue calificado por El Labrador el accidente que motivó la explosión de la pólvora de un mortero que estaba siendo manipulado por varios trabajadores de una pirotecnia existente en el Plano de San Francisco. A consecuencia de la explosión se derribaron algunos muros y uno de los obreros sufrió grandes quemaduras que le produjo la muerte. A las once de la mañana del día 2 de junio de 1905, las campanas de la parroquia de Santiago comenzaron a tañer a fuego al haberse declarado un incendio en una casa de la calle San Francisco nº 9, en la que el pirotécnico Antonio Cánovas tenía su taller. En esos momentos un sobrino suyo, llamado Antonio Mira, andaba preparando algunas piezas para ser disparadas en la procesión que por la tarde organizaban los padres capuchinos.

El infortunado joven al explosionar la pólvora sufrió quemaduras en la cara y las manos. Pero, no sólo en Orihuela se producían siniestros de este tipo, ya que en la vecina Callosa de Segura, según informaba Actualidad a finales del mes de junio de 1929, cuatro obreros de un taller pirotécnico resultaron muertos y otras tantas personas de las inmediaciones heridas de gravedad, tras producirse tres violentas explosiones, anotando el semanario que «la conducción de los cadáveres fue una verdadera manifestación de duelo».

Todos estos casos, a pesar del uso responsable de la pólvora por parte de los trabajadores, podrán o no ser justificados. Pero, lo que no tiene justificación es el irresponsable uso de la misma, que ha dado lugar a la injusta muerte de un niño, al que además no le gustaban los petardos y le daban miedo. Por eso me siento indignado.

Fuente: http://www.laverdad.es/

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