POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Profeso ciertas reglas, rezo al aire, soy abnegado, mantengo una relación inestable con la divinidad y creo casi siempre en la trascendencia, incluso en la mía cuando amanezco. Muchas manifestaciones profanas son religiosas o remedan y se inspiran en ceremonias antiguas, porque late esa reminiscencia en nuestras almitas. La música de la calle y los bares, las pitanzas comunitarias o en soledad, el fútbol y otras exaltaciones son en unos casos la parte residual de un recuerdo inefable y en otros la punta del iceberg del homo religiosus que, codo con codo, persigue claves para levitar, pasarlo como dios el mayor tiempo posible, dar fe de vida y comulgar la panacea en pos de la Unidad. Filosofo así porque estoy dudando entre ir al Carmín de la Pola o a la procesión del rosario de la luz, con los Carmelitas, en el Campo San Francisco. Gaiteros habrá en ambos casos.
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