POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Me llama uno para ir a Naves, al Carmen. Misa, vermú, paellada y parchís; a pasar el día comulgando: espiritualmente, a las finas hierbas, a la valenciana y con obleas de colores. Me dijo Naves y pensé en Nava, Navalín, Navales, Navia, Naveces, Naveda, Navedo, Navelgas, Naveo, Naviella…, pero ¿dónde está Naves? “En Oviedo”, me dijo, “al pie de La Grandota y al norte del Nalón; ¿conoces La Llosona? Más abajo de Las Suertes y Viñón, al este de Villasol, cerca de Carudia, ¿te suena Carudia?”. Me recordaba a peras silvestres. “¿La Bargaña?, ¿el Cantil?, ¿Cortina?”. Decirme Cortina y pensar en la empresa de limpieza que vino a mi casa y me rompió la cinta de la persiana, fue todo uno, y no sé repararla; se lo dije a mi amigo y, al final, vendrá a mi casa para arreglarme la persiana y llevarme a Naves. Lo mío, que diría Juan de la Cruz, es un no saber sabiendo.
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