POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
En la plaza de la Catedral cientos de voluntarios dieron a luz una obra artística, eso sí, efímera que no la hay más; “Oviedo es luz”, dijeron las linternas hasta que se apagaron. Una obra efímera como la descarga de Cangas de Narcea, el concierto de los Zapico en el Arqueológico, el del chelista Urueña en el Muelle de Avilés; efímera como el discurso de Adrián Lastra en el Campoamor, la merienda de cineastas en Bueño, la fuga irrevocable de la nieve del Brañillín; efímera como el baile de “Filandón” por las calles de Oviedo, como el festival de la risa en Avilés, como la fiesta de la espuma en San Juan de Nieva, como la sesión vermú en Celorio y la churrascada en Vegadeo, como el desfile de tractores en Somió, como bajorrelieves en un iceberg, como arar la mar… Sin embargo, hay eternidad en ese instante que nos hizo felices, especialmente cuando no queda otro testimonio que la memoria.
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