POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Dentro de dos fechas volveremos a vivir uno de los momentos más esperados durante el año para todos los oriolanos: “El Día del Pájaro”. Y como siempre, en una mañana de calor, nuestra Gloriosa Enseña de “El Oriol” será descendida desde el balcón principal de la Casa Consistorial, siendo recogida en manos de un Síndico que desde arriba verá a su hijo portarla por todas las calles y plazas de la ciudad.
Va por usted, amigo Eduardo López Egío “ELE”, esperando que des esta vuelta a los puentes, desde “el balcón más viejo de este mundo”.
Hoy, no es como hace cien años, en que en un artículo publicado en “El Conquistador” por Lafuente, se lamentaba de que esta fiesta estaba en decadencia, pues se estaba perdiendo el entusiasmo que las gentes ponían durante la misma, ya que eran pocos los que acudían hasta la parroquia de la Santas Justa y Rufina para ser espectadores de un rito centenario.
Pero esta indolencia, es posible que estuviera motivada por el propio ambiente que, en 1916, se vivía en Orihuela. A nivel municipal, Francisco Román Miralles había sustituido accidentalmente, en el mes de junio al alcalde titular José María Franco Rebagliato, farmacéutico y, por más seña liberal de las huestes Trinistas. La economía del Ayuntamiento no era boyante, pues no se podía cumplir con las obligaciones que se tenían con los salarios de los funcionarios que ascendían a unas 6.936 pesetas, ni con otras obligaciones de servicio público destinadas a beneficencia, alumbrado e instrucción.
Las críticas al alcalde accidental se sucedían al igual que algunas alabanzas. Pues si bien “Ciudadanía”, de tendencia Maurista, se lamentaba de que faltasen muchas lámparas del alumbrado público que iba en detrimento de la seguridad ciudadana; también lo felicitaba porque se regaban todos los días las calles y plazas principales y por haber ordenado a las panaderías que visiblemente pusieran los precios por kilos en dichos establecimientos. Así mismo, para contrarrestar el calor, era costumbre que los niños y adolescentes se bañaran en el río “con el traje de Adán”, por lo que “La Vega” ponía en conocimiento de la Alcaldía para que tomasen medidas la Guardia de Seguridad. Este cuerpo no paraba de tener trabajo, puesto que era rara la semana que no se produjera algún intento de robo en viviendas, de los que no se escapaban ni los canónigos, como Francisco Iñesta Cañizares, al cual no le fue robado nada gracias a un disparo intimidatorio lanzado al aire por su cuñado, desde una ventana del tercer piso del edificio. Sin embargo, la osadía de los cacos era tal que en la calle Cedaceros nº 5, la familia formada por Monserrate Alcaraz y sus hijos Victoriano y Carmen Balaguer se apercibieron que Manuel Soriano Gimeno, apodado “Valdiri” se encontraba en el patio de la casa, después de haber entrado por la ventana del cuarto de la hermana. Tras pedir el hijo auxilio, aquel fue detenido, declarando que “no entró con intención de robar, sino para darse una ración de vista”. Dicho de otra forma y en argot torrevejense, “para pestañear”.
El Día del Pájaro, no quedo exento de robos, y en este caso fue en el estanco de la calle Alfonso XIII, y tuvo como protagonista a un joven que, aprovechando que los dueños estaban comiendo sustrajo de la caja, 1,60 pesetas.
Así mismo, habían otros temas que preocupaban a la prensa local, como el juego y la prostitución, denunciando de forma reiterada los paseos de “ciertas mujeres” a todas horas por las calles y pidiendo que se reglamentara esta actividad. Pero, no todo era inseguridad, ya que la juventud del Hispania F.B.C., que presidía Ángel Castelló, se lo pasaba en grande entrenando en la Plaza de San Sebastián, preparando los compromisos que tenía contraídos con el Lucentum de Alicante, y otros equipos de Murcia, Monóvar y Elche. También se anunciaba para el día 18, la inauguración de la fuente de agua potable, propiedad de Mariano Cremós, instalada en la Plaza de Santiago y procedente de la Sierra de la Muela.
Pero, amanecido el 17 de julio, con más o menos asistencia, el ceremonial fue el mismo de todos los años. La víspera, después de la procesión de la Virgen del Carmen y tras haberse sorteado 40 pesetas tras de la Salve, a primeras oraciones las imágenes de las Patronas fueron llevadas a la catedral, y por la noche hubo una verbena en la Plaza de Abastos. En la mañana del día de la Reconquista, después de la procesión desde el primer templo de la Diócesis hasta la parroquia de las Santas, en la Misa del Pájaro predicó el beneficiado Vicente Hernández Gay, e intervino la Capilla de Música catedralicia dirigida por Adolfo Moreno Soria que interpretó la partitura del maestro Barrera. Por la noche, se celebró la tradicional “verbena de Santa Justa”, amenizada por la Banda Municipal.
Así, transcurrió el 17 de julio de 1916, día de “fiesta de patrios recuerdos y grandezas pretéritas”, y si vivieron en fechas próximas al mismo algunas preocupaciones del vecindario. Sin embargo, entonces y ahora, prevaleció como decía Lafuente, el día de “heroicos recuerdos; fiesta de santos y patrios ardores sentidos por los que fueron nuestros antepasados; fiesta de glorias pasadas y blasones obtenidos por el valor indomable de los buenos hijos oriolanos…”.
Buen hijo oriolano fue Eduardo, al cual recordaré cuando vea a Miguel dando la vuelta a los puentes, portando en su nombre la Gloriosa Enseña de “El Oriol”.
Fuente: http://www.laverdad.es/