POR JOSÉ MARÍA FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Dicen que los mayores (eufemismo que debe traducirse por «viejos»), por nuestros recuerdos, somos testigo y testimonio de tiempos que cambiaron y que resulta difícil volver a recuperar.
Costumbres antañonas, afincadas en los sentimientos populares, que han sido y son arrancadas de cuajo por el dinamismo que define la cultura de la modernidad.
Les cuento.
Allá por la década de 1950-1960 estudiaba yo el bachillerato (7 años abarcaba ese ciclo formativo, con un examen de ingreso, dos exámenes de reválida y un examen de Curso Preuniversitario) en mi Colegio de la Inmaculada (PP.Jesuítas-Gijón). Un centro educativo, rígido en disciplina y exigente en conocimientos, en el que las celebraciones marianas revestían especial solemnidad.
Recuerdo con nostalgia aquellas misas solemnes, revestidos los sacerdotes (celebrante, diacono y subdiácono) con ornamentos (casulla, dalmática y tunicela respectivamente) de color azul celeste claro y que después, en el canto del «Salve, Regina» o del «Regina coeli, letare», el sacerdote cambiaba su casulla por la capa pluvial también azul celeste claro.
También revivo» aquellas procesiones en los pueblos con el sacerdote revestido con capa pluvial y cubierta su cabeza con bonete de cuatro picos y borla central.
Y recuerdo, en vivencia de asombro, aquellos tejos poco menos que milenarios dando sombra y protección al templo en vigilancia ante tormentas y desgracias naturales.
El pasado sábado, en síntesis de recuerdos, se dieron esas tres circunstancias en la Misa y Procesión de la Virgen del Carmen, en La Riera de Covadonga (Cangas de Onís-Asturias).
El titular de la parroquia, canónigo de Covadonga, M.I. Sr. Don José Luis Sánchez, ofició la santa Misa y presidió la procesión revestido con ornamentos azul celeste, cubierta su cabeza con bonete, con rezo de preces colocada la santa imagen de la Virgen del Carmen a la sombra del tejo cercano a la iglesia.
Muchas personas devotas lucían el santo escapulario del Carmelo.
En La Riera de Covadonga se guardan historias de cuando se edificó la Basílica (finales del s. XIX e inicios del XX), pues era lugar de hospedaje de canteros, albañiles, carpinteros… Lo testimonia aquel cantar:
«Canteros de Covadonga
los que bajáis a La Riera;
si queréis beber buen vino
cortexai la tabernera».
Sí. Mereció la pena asistir a la celebración carmelitana en La Riera de Covadonga.
Nuestra felicitación al Sr. Párroco y a toda la feligresía parroquial.
Y mi gratitud por hacerme sentir colegial alumno de la Inmaculada, de Gijón.