POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Perpendiculares a Darío de Regoyos tenemos en Oviedo la calle Pinos y la calle Tejos, y algo obtusa Eucaliptos; si se prolonga invade a las otras. El perenne eucalipto vino de Australia a mediados del XIX y nos comió el paisaje. Se trajo para sanear terrenos pantanosos, morada de larvas de mosquitos, pensando que acabaría con los humedales y con los miasmas del paludismo, pero además de no dañar a los mosquitos transmisores de las fiebres ni quitársela a los palúdicos, el rápido desarrollo de este árbol y la absorción de grandes cantidades de agua e incluso de niebla pueden desecar el suelo y el cielo e impedir que se formen charcos y circule el agua; agota los nutrientes e impide que medren larvas, plantas y pájaros. En los eucaliptales sólo cantan las motosierras. ¿Merece una calle? Propongo que se cambie por Olmos, que además despide aroma republicano.
Fuente: http://www.lne.es/