POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Sería ofensivo establecer parangón entre Al Capone, “Cara cortada”, y De Luis, “Barba recortada”, pero si tuviera que transformar aquel thriller en una opereta, advierto un paralelismo. Al capo de Brooklyn, tras cometer crímenes sin cuento, lo enjaularon en Alcatraz siete años por una irregularidad en sus asientos contables, por un quítame allá ese IVA, sin juzgarlo por sus tropelías; a De Luis lo encerraron en Monterroso por encubrir el delito de atropello de un conductor bebido, pero con sumo enojo (Al Capone se contuvo) declaró a los medios que era un desgraciado, que había quitado muchas multas y atestados y, para un caso que manejó de acuerdo al reglamento, lo llevaban a la cárcel. Carta en la mesa, presa. Ya dio el primer paso para su redención, en sus manos está ser agraciado, conseguir la gracia; basta con que dé más detalles de esas buenas acciones.
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