POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Sanidad del Principado desarrolló la Ley 21/2002 para regular el auxilio a nuestra vida en el tramo final; para que, cuando estemos en la últimas, tengamos derecho a no alargar la agonía, a no huir del destino cuando llame a nuestra puerta. ¿Cómo saber que nos ha llegado la hora y que no merece la pena causar más gastos a la Seguridad Social ni más sufrimientos al cerebro y a la familia?, ¿cómo saber que el destino, ¡toc, toc!, nos busca a nosotros si hay más enfermos en la habitación? Muy sencillo: cuando veamos a los celadores sacarnos de la habitación doble o triple para conducirnos a una individual; entonces, salvo que hubiéramos negociado antes en contrario, nos ofrecerán el menú eterno, nos pedirán un último deseo: «¿Le apetece un caldito intramuscular de sedación paliativa?». Yo pediré lo que Thomas Mann, un imposible en el HUCA: «¡Abridme la ventana!».
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