POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
En 1976, durante las prácticas de alférez en el Pirineo oscense, mi amigo Félix Blanco me habló de Gustavo Bueno y las “Cuestiones cuodlibetales”; el 12 de agosto de 1996 me recibió Bueno en Niembro, recién llegado yo al mundo literario, y hoy, otros veinte años después, recuerdo aquel largo encuentro en que, con gran consideración y cariño, me recomendó a los clásicos, entre otros “El asno de oro”, que esos días, me dijo para animarme, acababa de terminar su nieto Lino, con 14 años. También, avalado por Aristóteles, que consideraba la poesía épica como ciencia superior a la historia, que se limita a figuras particulares (el empírico Alcibíades se ciñe a lo que pasó), me animó a leer la “Ilíada”, que describe figuras universales, grandes arquetipos: Patroclo, Aquiles, Héctor… Pues eso, querido Félix, gracias por Bueno, y, querido Bueno, gracias por Homero y Apuleyo.
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