POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Fue el gran escritor asturiano Alejandro Casona, autor de «La Dama del Alba», quien tituló a otra de sus obras teatrales con esta frase impresionante: «LOS ÁRBOLES MUEREN DE PIE».
El conocía muy bien los bosques de su Cangas natal y sabía de robles, de castaños, de abedules, de hayas, de tejos…Y conocía también la dura vida del campesinado de montaña, sus penas y sufrimientos, sus penurias… soportadas con esa entereza que dan la piedra, la tierra, las nubes, el agua y las nieves.
Sí, Los árboles mueren de pie con sus ramas secas al sol y al frío. Excepto aquellos cuya «flojedad de tronco y de raíces» les obliga a tumbarse en su sueño de muerte.
Esto le pasó a la higuera (la «figar») que plantó mi suegro Prudencio hace más de 40 años en su huerta-casa de Loreto (Colunga).
Árbol frondoso en ramaje y generoso en frutos, admirado por las gentes, que no pudo resistir el peso de su copa y de sus años. Desde esta primavera venía «quejándose» y todos deseábamos que llegara al otoño para gozar por última vez de su generosidad.
No aguantó y hoy, caído en tierra, le despedimos con tristeza.
Era como un colungués más.
¿Saben ustedes?
Yo soy un apasionado de los higos «miguelinos»; esos que en Asturias alcanzan su máximo esplendor en días de San Miguel (finales de septiembre) y que por tierras de Extremadura, por el aquel de la calor, adelantan su madurez.
Lo dice el refranero: «Por San Miguel los higos son miel».
Dentro de esa mi pasión «miguelina» sobresale la ERNSALADA DE HIGOS, JAMÓN Y QUESO DE CABRA.
También saben que con frecuencia refiero en mis «Histories…» costumbres, gastronomía, tradiciones… del pueblo pacense de MONTERRUBIO DE LA SERENA, pueblo cuyos numerosos componentes del Gran Grupo «No eres de Monterrubio si…» celebran en estos días su Segundo Encuentro Anual . Son cinco días de encuentros, de recuerdos, de vivencias y con peregrinación incluida al Monasterio-Santuario de Guadalupe.
Y en ese renacer de historias, al que no puedo asistir, no debiera faltar la ensalada que me seduce y apasiona. Con ella, de algún modo, yo estaría presente entre mis amigos monterrubianos.
La prepararemos así.
En un plato o fuente de servicio se dispone un lecho de lechuga aliñada al gusto. Sobre él se distribuyen los higos cortados en mitades o en cuartos alternando con lonchas de jamón de Monterrubio y trozos medianos de queso de cabra de La Serena.
Se rocía el conjunto con aceite de oliva virgen extra D.O. Monterrubio de la Serena y vinagre jerezano (al gusto).
¡Ay! ¡Quién pudiera disfrutar de los «figos» de Prudencio hermanados con lo más dulce de Extremadura!