El Certamen Literario “Relatos de hotel” creado por el Hotel Palacio de Tudemir y la Librería Codex de Orihuela, con el patrocinio de la Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento y la Caja Rural Central de dicha ciudad, ha visto culminada la andadura de su primera edición, con la presentación de la publicación que recoge los 25 relatos seleccionados, y de los que ha resultado ganador el que lleva por título “La habitación de al lado” del que es autor Juan Manuel Márquez Núñez de Sevilla. Este certamen llevado a cabo en la modalidad virtual a través de la red, de internet, de las redes sociales y email, bajo la supervisión técnica de Marcelo Fuentes y Javier Terrés, ha supuesto una proyección de la ciudad de Orihuela por todo el mundo, contabilizándose desde que se convocó el Certamen un total de 11.729 visitantes único a la web y 106.134 de páginas vistas. La repercusión del Certamen ha adquirido carácter internacional, y prueba de ello, ha sido la participación de autores procedentes, además de numerosas poblaciones españolas, de todo el mundo, reseñando los residentes en Argentina, México, Perú, Bolivia, Estados Unidos, Uruguay, Venezuela, Uganda, Holanda, Colombia, Chile, Jamaica, Cuba, Ecuador y Mawson Lakes (Australia). En total se han presentado 381 relatos, de los cuales los internautas eligieron cinco y el Jurado veinte, procedentes de Oviedo y El Berrón (Asturias), Córdoba y Buenos Aires (Argentina), Madrid, Cerdanyola del Vallés, Bormujos (Sevilla), Barcelona, Long Beach (California), Sevilla, Alcoi, Rojales, Albatera y Orihuela. De todos ellos, dicho Jurado compuesto por Manuel Pérez García, José Vergara Durá, José María Piñeiro, Raúl Pérez Casado y Vicente Pina López, eligieron al ganador.
En el acto de presentación de la publicación se contó con la participación de la concejala de Turismo Rosa Martínez Martínez y del subdirector general de la Caja Rural Central, José Víctor Guillén Albarracín. Así mismo, se hizo entrega de un ejemplar a los autores seleccionados presentes, entre los que se encontraban los oriolanos: Fuensanta Durante Martínez, Almudena Martínez Valero, Fuensanta Estremera Saura, Inmaculada Rodes Bernabé, Álvaro Giménez García y Antonio Luis Galiano Pérez.
El trabajo seleccionado de nuestro compañero lleva por título “Tempus Fugit” y lo reproducimos a continuación.
“TEMPUS FUGIT”
Aquella noche casi no pude conciliar el sueño. Era una de esas vigilias en la que una o dos ideas, o una imagen, van y vienen a la mente, como un guadiana noctámbulo martilleándola al igual que el mazo repite, una y otra vez, sobre la pieza incandescente puesta sobre el yunque. Aquella noche, era una de las primeras que me alojé en el hotel después de su inauguración. La habitación rehabilitada ocupaba el mismo espacio que con anterioridad, un cuarto lleno de armarios con puertas de rejillas metálicas, dejaban ver tras de sí, los lomos de pergamino de textos de Medicina, Derecho Civil y Canónico, y sermonarios de siglos pasados. En aquel cuarto, en su centro, sobre una vetusta mesa oscura descansaba durante todo el año una escultura simbólica, en la que un esqueleto y una diabla enlazaban sus miembros inferiores, que eran aplastados por un globo terráqueo.
Aquella noche, no podía dormir, aunque casi lo prefería porque era Semana Santa, y a altas horas de la madrugada por la puerta del hotel desfilaría un interminable cortejo de luciérnagas en manos de encapuchados frailunos, acompañados por el broncíneo sonido de campanas. Casi prefería no dormir para poder contemplar esa espectral comitiva.
Pero, el martillo golpeaba mi mente a modo de incandescente pieza, y una, y otra vez, la imagen de muerte y pecado, iba y venía, situándose e intentando interrumpir unas breves horas de descanso. Casi, pude conseguirlo; las ideas se quedaron en blanco y un ligero sopor me invadió, hasta que un ruido liviano me hizo, de nuevo, abrir los ojos. Ante mí, en pie, pero entrelazados por la cintura, el esqueleto y el diablo o diablesa, no sé si era hombre o mujer, pues tenía cabeza de varón y senos femeninos y un largo rabo que llegaba hasta al suelo. Allí, frente a mí, a los pies de la cama, iluminados por una aureola brillante dejaron de asirse y comenzaron una voluptuosa danza que hacía crujir los huesos del esqueleto y balancearse los flácidos pechos de la diabla que, a su vez, ponía sus libidinosos ojos en los cuencos vacios de la calavera. ¿Qué pretendían de mí? ¿Qué reacción esperaban que tuviera? Sabían que muchas veces los había observado cuando removía sermones dieciochescos entre los anaqueles de los armarios. ¿Por qué allí, entre textos religiosos, de Medicina y de Derecho, esa imagen simbólica de muerte y carne? Sabían que les había prestado atención detenidamente muchas veces. Y ahora, ellos me miraban lascivamente y me ofrecían esa demoniaca danza.
No me lo pensé dos veces. Me senté en la cama y los observé, hasta que el sonido a lo lejos de instrumentos de metal me anunciaron el paso del cortejo procesional. Rápidamente me vestí y bajé a la calle. Todo permanecía prácticamente a oscuras y solo el parpadeo de los pábilos dejaba entrever la silueta de los alumbrantes. Cerca de un Cristo de cuerpo tibio, lacerado y de muerte serena, delante del mismo, observé a dos de ellos; bajo su capucho únicamente aprecié unas cuencas vacías y dos brillantes ojos lujuriosos. Eran ellos, estaban también allí formando parte del aterrador cortejo. Asustado, subí a la habitación. Al abrir la puerta, no había una cama, ni mesillas, ni sillones. Había desaparecido cuadros y cortinas. La habitación volvía a ser aquel cuarto lleno de armarios cuajados de añejos libros plagados de polvo y lepismas, en cuyo centro, de nuevo, ellos dos, esqueleto y diabla mirándome fijamente y riéndose, y repitiendo una y otra vez, “tempus fugit”, el tiempo pasa, “tempus fugit”, mientras que comenzaban un frenético baile alrededor mío. Se acercaban a mí, reiterando la letra de su canción: el tiempo pasa, “tempus fugit”, el tiempo pasa.
Al despertar, la habitación era la del hotel, recién estrenada. Allí estaba la cama, las mesillas, los sillones, los cuadros y las cortinas. Estaba confuso, me encontraba desorientado. ¿Qué me había pasado?
Al ir a pagar la cuenta en la recepción pregunté: ¿ha ocurrido algo esta noche? La contestación fue categórica: nada.
NOTAS
1. El Hotel Meliá Palacio de Tudemir ocupa el edificio en que con anterioridad, desde agosto de 1941, se ubicaba la Biblioteca Pública Fernando de Loazes.
2. Durante muchos años, hasta los primeros de los ochenta del siglo XX, se custodiaba el grupo escultórico de “El Triunfo de la Cruz” o “Cruz de los Labradores” o “La Diablesa”, original de Nicolás de Bussy (1694), en la sala ocupada por los armarios del 86 al 114 y junto a los C y D, donde se atesoraban las obras de Medicina, Derecho Civil y Canónico y sermones de los siglos XVII y XVIII.
3. El Hotel Meliá Palacio de Tudemir se inauguró en el mes de marzo de 2001, en vísperas de la Semana Santa.
4. La Hermandad Penitencial del Cristo de la Buena Muerte de Orihuela, desfiló por primera vez en la madrugada del Viernes Santo, 13 de abril de ese año.