POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
En la Expo de Sevilla, en 1992, donde los visitantes sufrimos temperaturas de 40 grados, el refrigerado pabellón de Chile expuso un iceberg de 60 toneladas, transportado desde Bahía Paraíso, a través del Atlántico, por el buque Galvarino. A pesar de los cuidados en el transporte y la estancia, el iceberg perdía peso y al verlo sentí que era un ser vivo, agonizante. Hoy me percato de cómo desaparecen nuestros neveros de Picos de Europa, en su día se nos derritieron los glaciares de Somiedo, y merman los del resto del mundo. El glaciar del Ródano, entre los más grandes de los Alpes, pierde siete metros de espesor al año, y para paliarlo el Gobierno suizo lo cubre con sábanas en verano; así reducen su deshidratación irreversible. Y ahora ya no sé yo qué sería una muerte digna, si permitir que los glaciares se consuman a su aire o que lo hagan lentamente, amortajados.
Fuente: http://www.lne.es/