POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
La arbequina de Cataluña, de aroma a almendra; la farga, del norte de Castellón y sur de Tarragona; la empeltre, del bajo Aragón, de aroma a manzana y sabor dulce; la verdeja, de olor a hoja y sabor a hierba, de la Alcarria y Cuenca; la cornicabra, de Toledo, Ciudad Real y Madrid, amarga y picante; la serrana de Espadán, de aroma a trufas e higos, de las sierras del Levante; la alfafarenca, de Alfafara, Alicante, aromática, o la blanqueta, con notas de tomate; la cacereña, de buena pulpa, y la carrasqueña, ambas de Cáceres; la morisca, de la baja Extremadura, Tierra de Barros, el Alentejo y el Algarve; la verdial, de las vegas del Guadiana; la hojiblanca, de Málaga, de aromas de aguacate; la picuda, de Baena y Priego; la picual, de Jaén; la lechín, de Córdoba; la gordal, de Sevilla… Pero la mejor es la manzanilla, de los olivos que, necesariamente, han de verse desde el Giradillo.
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