POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
La conocí a esta mujer en los albores de mi vida, ya que acabada la contienda civil española, se instaló en la calle mayor de Ulea, frente a la casa en que me crié con mis abuelos paternos.
Procedía del vecino pueblo de Villanueva del río Segura y, se instaló aqui en compañía de su anciana madre, regentando un colmado que según el sentir de la mayoría de vecinos, tenían de todos los productos que le pidieras.
A esta joven y lozana mujer, le llamaban la Poncila; apelativo que heredó de su madre que le dedicó a principios del siglo XX, muchos años de su vida a cuidar de sus ancianos abuelos. Pero ¿por qué se le llamaba Poncila?; porque así lo describe el Diccionario de la Lengua Española, al relatar la obra teatral de Federico García Lorca, La Casa de Bernarda Alba, escrita en el año 1936; poco antes de su muerte.
En dicha obra se narra la historia de una viuda sesentona que se enclaustra en su casa, con su fanatismo religioso, por temor a que se descubra la intimidad de su pasado reciente. En su casa solariega permanece con sus cinco hijas (Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela), así como su fiel servidora, o criada, llamada Poncila; o bien, Poncia o Ponciana.
Pues bien, madre e hija instalaron su colmado nada más, acabar la guerra civil, en el año 1939, en la calle Mayor, como he comentado frente a la casa de mis abuelos. Dicha casa (parte de la antigua sede de la Inquisición de Ulea), se la alquilaron a Mercedes del Tío plantas, por intermediación de personas influyentes del pueblo de Ulea, que tuvieron la suerte de quedar dentro del grupo de los vencedores de la contienda.
En dicho colmado tenían de cuantos productos desearan, o casi todos; incluidos los de Poncila madre y la sonrisa y ademanes picarones de la hija.
La joven, una garbosa treintañera, se movía con agilidad y desenvoltura; siendo la admiración de todos los vecinos, sobre todo los hombres casados que rondaban los 35-40 años.
Allí tenían instalado su negocio mercantil, que duró durante 12 años, hasta que un prócer del pueblo le puso la etiqueta de «mujer frívola», al negarle el disfrute de sus encantos.
Su proceder de joven lozana y enamoradiza, abrió una brecha importante entre el sector que le consideraba como una mujer trabajadora, pero, deshonesta y de mal ejemplo para la ciudadanía y aquellos jóvenes e influyentes que la protegían y, a la vez, disfrutaban de sus encantos amorosos.
Como consecuencia de tales discrepancias, devolvieron la casa a sus dueños Antonio y Mercedes, y regresaron a su pueblo; Villanueva del río Segura. Ésta fue, a grandes rasgos, la historia de la Poncila en Ulea.