POR MIGUEL A. FUENTE CALLEJA, CRONISTA OFICIAL DE NOREÑA (ASTURIAS)
Tras el 14 de septiembre, exaltación de la Santa Cruz, fiesta mayor en Noreña dedicada al Ecce Homo que ejerce las funciones de santo patrón de la parroquia cuya titular es Nuestra Señora de la Asunción. Fiesta mayor repito, para todos los vecinos, creyentes, menos creyentes y agnósticos que acompañaron la preciosa figura del Nazareno en la procesión nocturna que se desarrolló desde la capilla de La Soledad hasta la iglesia parroquial, así como la que se desarrolla de domingo (mañana) en sentido contrario, la «Milla Santa» que diría el cronista Juan Iglesias. Para los noreñenses significa mucho más este encuentro anual, por su importante matiz de encuentro familiar, ahora menos significativo desde la facilidad de encuentros que hace menos dura la emigración, pero siempre con el epicentro del festejo en el «santo y seña» de la religiosidad local. Tengo que recordar a un nativo de la villa que era residente en Argentina y ultimaba a toda prisa sus quehaceres dominicales para poder descolgar el teléfono y llamar a alguno de sus contactos de Noreña cuando él calculaba en la distancia, que la procesión estaría a mitad de camino para saber si acompañaría el sol en tan carismático día.
Noreña vive y disfruta de estas fiestas que marcan la pauta de la vida cotidiana tras pasar el verano. Un antes y un después de la celebración, dando la sensación de que el año termina y comienza con tan renombradas fiestas, volcados todos en torno a la ya citada multitudinaria, colorista y en esta edición renovada procesión.
Atrás quedaron los tiempos en que los cientos de romeros que participaban del encuentro, tras finalizar los actos religiosos, buscaban protección del sol junto a los castaños que estaban diseminados por la zona de la capilla, donde abundaba la venta de perdones, las barracas de bebidas, los habilidosos trileros, la gaita acompañando a la xata de la rifa, al minusválido tocando el acordeón y los curas oficiantes a comer los callos al cercano Gocheru.
Todos se daban cita en el prau de la fiesta tras los oficios, pero las cosas han cambiado. Ya no llegan los trenes repletos de gentes procedentes de la cuenca minera, de Oviedo o de Gijón dispuestos a pasar el día en Noreña para participar de los actos religiosos y en el posterior festejo. Se utilizan otros medios, pero sí continúan acudiendo peregrinos a la cita alternando con sus familiares por la villa condalina, saludando a los amigos que se ven cada año y de paso disfrutar de la fabada atendiendo las correspondientes invitaciones, que en Noreña las medidas son muy abundantes y como en casa de San Francisco, donde comen cuatro, comen cinco.
Bienvenidos a la villa más hospitalaria, disfruten del encuentro en grata convivencia, renovemos los votos de la amistad, de esperanza y la veneración ante la gloriosa imagen, y gritemos ¡Viva el Ecce Homín!
Fuente: http://www.lne.es/