POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Llegó el otoño con sus higos, con sus nueces, con sus manzanas, con sus uvas, con sus granadas… Regalos de la naturaleza para nuestro placer.
Si «algo tiene el agua cuando se la bendice», algo y mucho deben tener las granadas cuando, originarias de Irán y la India, su cultivo se extendió por toda Europa y norte de Africa desde, al menos, hace 5 000 años.
Los romanos dieron a la granada el nombre de «malum granatum» (manzana con muchos granos); los griegos postularon que fue Venus Afrodita, diosa del amor, quien cultivó los primeros granados para, con sus frutos rojos, estimular el deseo sexual de los enamorados. Linneo, ya en plan científico-botánico, denominó al árbol como Punica granatum L (lo de «punica» refiere el origen y lo de «granatum» la enorme cantidad de granos existente en la fruta.
Luis Lobera de Avila , médico del rey don Carlos I y V Emperador de Alemania, el que vivió en Yuste los últimos años de su vida, decía en el capítulo XXX I de su obra «Banquete de Nobles Caballeros» que las granadas «comidas concertadamente son medicinales para diversas enfermedades; aunque son de poco alimento y engendran ventosidades»; y más adelante, citando a Galeno («De simplici medicina»), recomienda que «comiendo quatro o cinco cucharadas dellas, después de comer o cenar, hacen que el manjar no se corrompa en el estómago».
El mejor elogio a LA GRANADA lo escribió García Lorca en su «Canción Oriental» (Libro de poemas, 1921).
Citamos algunos versos:
«Es la granada olorosa
un cielo cristalizado.
(Cada grano es una estrella,
cada velo es un ocaso).
La granada es como un seno
viejo y apergaminado,
cuyo pezón se hizo estrella
para iluminar el campo.
Es colmena diminuta
con panal ensangrentado
pues con bocas de mujeres
sus abejas lo formaron;
por eso al estallar, ríe
con púrpuras de mil labios…
¡Oh, granada abierta!, que eres
una llama sobre el árbol,
hermana en carne de Venus,
risa del huerto oreado…»
Las gentes monterrubianas, por extremeñas y casi andaluzas, saben -y saben muy bien – de la exquisitez de sus granadas. Me cuentan que tradicionalmente las consumían como postre, desgranando sus preciosos granos rojos y bañándolos, después, con azúcar.
En otros casos eran y son ingrediente de ensaladas y no faltan quienes exprimen los granos para, con su zumo edulcorado con azúcar, preparar un delicioso refresco.
Prepararemos esta ensalada, que transcribo del libro «Recetario de Cocina Extremeña», redactado por la Academia Extremeña de Gastronomía (Universitas Edit. Badajoz 1985):
«En un lecho de hojas de lechuga sobre una fuente de cristal, se desgranan tres granadas; le picamos cuatro manzanas, frutas en dulce, una cebolla tiernita, un manojo de berros, doce aceitunas, tres huevos duros picaditos. Se mezcla todo bien con una salsa vinagreta y se dispone encima de la lechuga»