POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÄVILA)

Hoy es uno de esos días que escribo esta columna sobre las cosas de Arévalo más con el sentimiento que con criterios de crónica de mi ciudad. Ya habrán podido ver ayer en estas páginas unas emotivas y biográficas líneas sobre este salesiano que ha convivido entre nosotros, que ahora nos deja para cumplir otra misión dentro de su vida salesiana, se va a otra casa también cercana para mí, los Salesianos de Atocha, Madrid, donde estuve recibiendo formación y valores en mis años juveniles.

La noche del viernes asistimos a una multitudinaria despedida de este salesiano, salmantino de origen y yo me atrevo a decir, con su permiso, muy arevalense de adopción, más que muchos que lo tienen a gala. Manuel Pinto es un salesiano seglar, los que siempre hemos llamado «coadjutor», es decir, que es religioso de la familia salesiana pero no es sacerdote, aunque su vida siempre ha sido un sacerdocio de entrega a los demás. Pero no adelantemos acontecimientos.

Un traslado que ha ocasionado el despertar de muchos sentimientos de todos los grupos que más directa o indirectamente están relacionados con esta casa y colegio salesiano San Juan Bosco. Son casi treinta y cinco años de su vida entre nosotros y eso crea lazos, amistades y despierta los sentimientos.

Precisamente por sus valores y su entrega es un hombre tan querido por niños, jóvenes y adultos, todos los que le hemos tratado en una u otra faceta de las muchas que conviven en esta institución religiosa y educativa que siempre estuvo abierta al pueblo arevalense.

Fíjense, ahora es una moda el celebrar un día de «puertas abiertas», para que puedan comprobar la excelencia de lo que se ofrece. Pues amigos míos, yo desde que recuerde, siempre, las casas salesianas tiene puertas abiertas los 365 días del año, para alumnos o no, para creyentes o no, solo se ha pedido respeto y orden…
De Manuel Pinto podríamos destacar tantas facetas de su vida, de sus valores compartidos con todos los que nos hemos querido acercar, que sería muy largo. Pero quiero fijarme en algunos de ellos que pueden dar una idea de su personalidad y de su paso por este Colegio Salesiano de Arévalo.

Citando la metáfora del baúl como un ritual de despedida que, mediante algunos objetos se van perfilando los momentos de su vida a través del símbolo de cosas cotidianas para él. Así, en medio de una multitudinaria eucaristía de despedida que presidió Sergio Oter con otros sacerdotes, acompañado por una amplia representación municipal con el alcalde y varios concejales, y que llenó como pocas veces el templo de María Auxiliadora, la entrada del colegio y los pórticos de la iglesia, más de cuatrocientas personas… no cabíamos más.

Un acto emotivo que hizo aflorar bastantes lagrimas en muchos rostros de jóvenes y mayores. Y del baúl fueron saliendo cosas… una foto de la comunidad, su familia salesiana de estos años. Un ipad símbolo de la innovación de las nuevas tecnologías en la educación, que él dominó en su puesto de jefe de estudios. Una campanilla, tan característica y salesiana, símbolo del orden y la disciplina. Una bufanda del club deportivo Cosco-Arévalo, una de sus pasiones y uno de sus logros.

Un albun-cancionero como símbolo de la música, su otra pasión, como medio educativo, de distracción y como una forma de rezar. Un cuadro con el sello de la calidad, distinción que logró este centro y él como parte de esa labor. Una mochila representando el compartir la acción del tiempo libre con tantos alumnos. Y por fin, dos imágenes: El Buen Pastor, una marca salesiana de dedicación a los demás. Y otra de María Auxiliadora, la Virgen de los Salesianos, que como él dijo, siempre está conmigo.

Finalmente otra metáfora que expresa la vida de este hombre, que se asemeja a la urdimbre de un tejido, en la que él ha intentado poner muchos hilos horizontales, que de los verticales ya se encarga Dios… Manuel, aquí así ha sido y será donde vayas. D. Manuel Pinto ¡Gracias! por tantas cosas que nos diste durante este tiempo.