POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Señoras y señores: tengo que confesarles mi decepción y estupefacción ante lo que está pasando en este país nuestro de cada día, tan trincón y maleado por los gobernantes de turno.
Este país que digo se empieza a parecer a un campo de deportes en liza sin igual, si no a un campo de batalla sangrante de acciones y omisiones dudosas, por conseguir el poder a todo (a)trapo. Allá ellos, que van cayendo y consumiéndose.
En ese campo se enfrentan los unos contra los otros, a ver quién gana más terreno por puntapiés o codazos; quítate tú, que me quiero poner yo. Para ostentarse en el machito, nada más, no para hacerlo mejor. Los ejemplos, los malos ejemplos, rebasan lo contencioso habitual. Los abusadores, a la cárcel, y pagando lo defraudado. Porque sí, qué coño.
De política hablo, pues todo (la enseñanza, la educación, la sanidad, la administración, la historia…) se ha transformado en política para ti o para mí; se ha contaminado de disensión, una disensión que enturbia las relaciones entre los ciudadanos que somos nosotros, los que, en teoría, mandábamos porque les votábamos. ¿De verdad que son nuestra auténtica representación? Me temo que ya no. Han ido a lo suyo, no a lo nuestro. Y Aquí no ha jugado el equipo entero, y si el equipo entero no jugó, algo fundamental ha fallado.
Que dejen de uniformarnos a su modo de ser y parecer, y además actuar, las derechas, las izquierdas y las subsiguientes formas interfectas. Tenemos el derecho a ser lo que queramos y decidamos por nosotros mismos, faltaría más.
Que nos dejen tranquilos, por favor, y sin decretos, ni de seguridad nacional ni de pamplinas callejeras. La calle es nuestra, para pasearla en paz y compras, si la economía y el gobierno dan de sí, ahora que se acerca la Navidad y se ha reducido el déficit eurocomunitario. ¿O no? Gran diversidad de opiniones. Pues que circulen, en la red y en el papel, que las opiniones no hieren, son pacíficas “per sé”, no revolucionarias. La revolución ya fue un atraso. Paz, paz, paz. Cada uno sabe lo que tiene que hacer, sin que le impongan trampas. De tramposos andamos hartos. Me refiero a aquellos que piensan que es bueno para el común lo que solo es bueno para ellos. Se acabó. No somos ratones de laboratorio.
Y menos bizcos de un ojo o del otro. Abramos los dos y mezclémonos en la comunidad, arrimando el hombro. Erguid la cabeza, ciudadanos, no para embestir, sino para recomponer este puzle de país, siempre tan difícilmente encajable y disidente incluso de sí mismo. Año adelante, que sea mejor el que llega prometiéndonos felicidad. La esperanza, que no nos falte. He dicho.