LA COLINA DE LA PAZ
Oct 13 2016

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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Hace unos días, entablamos una conversación en el centro de la plaza. Allí nos contemplaban los monumentos históricos, por excelencia, de mi loocalidad: el edificio del Ayuntamiento, la iglesia parroquial y la casa del cura.

La charla, que comenzó siendo muy amena e interesante, se fue haciendo desagradable, hasta el punto de que empezaron a aflorar resentimientos y modales no deseados. Contemplaba a mis contertulios con desencanto: no me lo podía creer.

Se formaron dos grupos contrapuestos, a pesar de que charlaban familiares, alineados en grupos discrepantes. Conforme avanzaba la conversación, me di cuenta de que todos querían llevar razón de cuanto se decía. Todos querían ver, nada más, el anverso de la moneda, y todas, sin excepción, tienen anverso y reverso. El tono de la voz era, cada vez, más elevada y cuantos pasaban giraban la cabeza para ver qué pasaba. Unos seguían atónitos y otros se unían a la conversación, “echando más leña al fuego”. Los insultos eran subidos de tono.” Estaban acalorados y los ojos parecían salirse de las órbitas” y, por las comisuras de los labios rezumaba espuma.

Intenté calmarles, pues entre ellos había familiares míos, amigos y, sobre todo; uleanos, con los que he compartido infinidad de vicisitudes. Les insinué que bajaran el tono de voz, tan agresivo, y que se dialogara. Resultó imposible: cada vez había más encono. Les pregunté si sabían “que era dialogar” y les conté el símil del muñeco que tiene grandes oídos y una boca muy pequeña… Siempre hay que estar dispuesto a escuchar, escuchar y escuchar, y… después de todo: seguir escuchando… No tuve éxito y, tras coger mi macuto, “me marché hacia el Salto de la Novia”, para disfrutar del paisaje y hacer un reportaje.

Llegado al cruce de la carretera, que conduce hacia “El Corazón de Jesús”, cambié de itinerario. Fui despacio, para no sobrecargar mis coronarias, llegué hasta la peana del monumento en que se erige el santo. Allí me senté un poco cansado y muy contrariado. Seguí cabizbajo unos momentos y, al poco, alcé la vista y contemplé la majestuosidad del panorama que se divisaba. De pronto, desapareció la imagen de las personas que, tan enconadamente, discutían en la plaza.

Disfruté al contemplar “las maravillas del valle de Ricote”. Ricote, Ojós, Villanueva y Ulea, se plasmaron en mi retina, con toda su belleza. El río Segura, la huerta, ‘el Gurugú’, ‘el Golgo’, ‘la casa Eiffel’, el campanario de la iglesia de San Bartolomé y los tejados y calles de una silenciosa ciudad… Y en paz.

Desde mi atalaya tan privilegiada, el silencio era el denominador común, solamente perturbado por el sonido de los pájaros.

En el horizonte, las montañas ocultaban el sol. El día llegaba a su fin y tenía que regresar. Al frente quedaba cuanto he descrito. A mi espalda el monumento del Corazón de Jesús y el monte “El Castillo”, con la ‘Pila de la Reina Mora’, ‘el Aljibe’, ‘las Paratas’ y ‘la Ventanica’. Me sentía bien y me recreé dando un paseo por la colina: “La Colina de la Paz”.

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