POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT, CRONISTA OFICIAL DE LEGANÉS

Las guerras coloniales producidas por una mala política de territorios entre 1895 al 1898 acabaron con la soberanía española en las islas del Atlántico y del Pacifico, esto es Cuba y Filipinas, y pusieron de manifiesto en la opinión pública mundial la fragilidad del sistema político de la llamada Restauración de la monarquía española y la incapacidad de respuesta de la sociedad ante una crisis de esa envergadura…

Para hacer frente a las exigencias de los Estados Unidos que querían a toda costa anexionarse esas posesiones españolas a finales del siglo XIX se tuvo que improvisar un ejército español que no existían, y crear una Infantería de Marina que combatiría a miles de kilómetros de distancia. Se tuvo que poner en marcha a toda prisa la maquinaria bélica que en las postrimerías del siglo XIX en España por su escaso desarrollo industrial no existía.

Con todo, el esfuerzo fue enorme, se organizaron cuerpos expedicionarios reclutando a gente del campo y de las ciudades sin apenas recursos económicos o conocimientos militares, que sin apenas tiempo e instrucción, sus armas y bagajes eran trasladados hasta Cuba y Filipinas en cargueros, barcos de vapor y buques de compañías navieras como La Trasatlántica que transportó a Antillas 240.823 soldados, navegando mas de 40.000 millas y ostentado el vapor “Antonio López” propiedad del Marqués de Comillas capitaneado entre 1895 y 1898 por un huercalense llamado Ricardo Resalt Molina todo un record mundial.

Ya en 1895 este marino apellidado Resalt (familiar mío) había batido como navegante el record de millas náuticas navegadas, realizando 75.216, el doble de lo considerado distancia límite para quien se dedicaba al mar en aquellos tiempos.

Los primeros embarques de soldados de toda España comenzaron en marzo de 1895 enviando a Cuba, seis batallones, que salieron desde Cádiz, Barcelona, Valencia, Cartagena, Vigo, La Coruña y Santander con más de 70000 soldados.

Las operaciones militares tuvieron lugar en la isla de Cuba en diversas partes desde el 95 al 98 con los mandatos de los Capitanes Generales Martínez Campos, Weyler y Blanco.

En el vapor de Correo de la Compañía Trasatlántica “A López” embarcaron 75.000 soldados entre los que estaban 31 soldados y un suboficial de Huércal Overa del arma de Infantería y Caballería, la mayoría de ellos mal preparados y peor armados. Todos estos 31 quintos de Huércal fallecieron (según la documentación que costa en mi poder) entre 1895 y 1898 en enfrentamientos bélicos o por enfermedad en lugares como La Habana, Santiago, Puerto Príncipe, Santa Clara, Pinar del Río, Mariel, Regla, Ciego de Ávila, Segura de Tanamo, Mariel, Chambas, Manicarajera, Regla Manzanillo o Santi Spiritus.

31 héroes locales muertos en Cuba

En homenaje a estos 31 valientes desconocidos desde hace mas de 125 años hago públicos sus nombres tras una investigación archivística que me ha proporcionado el profesor de la Universidad de Zaragoza, Javier Navarro que estudia este fenómeno de la militarización obligatoria y trágica para la Guerra de Cuba y Filipinas.

Estos son aquellos héroes anónimos de la Guerra de Cuba: Andrés Vilar Pérez, Ginés Parra Collado, Alonso Benítez Índices, Ginés Sánchez Parra, Juan Antero Valera, Tomás Benítez Zurano, Antolín Expósito Sánchez, Antonio García Sánchez, Antonio Segura García, Baltasar Biñoles Sánchez, Blas Parra Gea, Diego Parra Gázquez, Francisco Parra Parra, Francisco Sánchez Asensio, Ginés Molina Moya, Indalecio Mena Ballesta, Jaime Moreno Oller (Oyer), José Sánchez Camacho, José Sánchez Cana (Cano), José Sánchez Parra, Juan García Morales, Juan Otero (Albero) Asensio, Juan Parra Carmona, Lázaro Eguia Rodríguez, Lázaro López Pavía, Lucas Fernández Carrillo, Miguel Egea Egea, Pedro Benítez Martínez, Pedro García Parra y Tomás Pérez Oribe.

Todos pertenecían a los regimientos Soria, San Quintín, Alfonso XIII, Isabel la Católica, Reina Cristina, o Tarifa 5. Todos ellos fallecieron en acciones de guerra como Manacas, la batalla de Dos Amigos, el Paso Real o Santiago y La Habana o de fiebres tifoideas, paludismo, fiebre amarilla, y salvo alguna excepción fueron enterrados en el lugar de su fallecimiento.

El propio historiador y abogado Enrique García Asensio en su ‘Historia de Huércal’, aun no ha dado con los nombres y circunstancias de estos héroes de Cuba, pero los recuerda con cariño y respeto así: “y otros muchos héroes que no dejaron tras de si más antecedentes que un borroso recuerdo; habiendo sido ineficaces cuantas gestiones y buscas hicimos para poder perpetuar sus nombres y sus hazañas”. Tomo III, página 203.