POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
El escritor y humanista murciano José Martínez Tornel, trató de describir en las columnas del periódico “El Diario de Murcia”, durante toda la segunda mitad del siglo XIX, el lado más humano de las enfermedades epidémicas; así como de las continuas revueltas y de las irregularidades continuadas y las injusticias flagrantes en el reclutamiento de los soldados de reemplazo; sobre todo de los pobres e incultos huertanos.
En Ulea, en el año 1837, se acató la nueva ordenanza que pretendía nutrir un nuevo Ejército Nacional, en la que los mozos pobres no elegidos en el sorteo, podían sustituir a los prebostes del pueblo a cambio de dinero. Tan es así, que el sistema beneficiaba a las familias ricas. Si alguna familia pobre quería que su zagal no fuera a la guerra o al ejército, se veían obligados a hipotecar sus tierras si las tenían, o vender sus casas y corrales, para poder pagar.
Sabedoras las familias pobres que la mayoría de los soldados de reemplazo no regresarían jamás porque los mandaban a la guerra, los eruditos del pueblo hicieron célebre la cancioncilla que decía así: «Ya se van los quintos madre; por la punta del pueblo y los árboles grandes, se van a la guerra, madre; cuántas madres llorarán y la mía la primera».
Esta tremenda injusticia indignaba a Martínez Tornel y, antes de que se editara «El Diario de Murcia», en el año 1871, en el periódico bimensual «El Zorongo», en la columna que escribía, denunciaba los abusos que se cometían con los quintos de reemplazo, sobre todo si eran pobres y campesinos semi analfabetos.
Uno de los personajes más populares, «El Tallador», hacía sonar una bolsa de monedas, con el beneplácito de los alcaldes, concejales, clérigos e, incluso, los médicos.
Todos ellos codiciaban el dinero y, el pobre que carecía de lo más elemental para sobrevivir, acababa siendo destinado a África o a la isla de Cuba o Filipinas.
De todos ellos regresaban con vida solo un 10 por ciento y, de ellos, la mitad, tullidos para siempre. En una de sus columnas, Martínez Tornell, reflejaba los rostros pálidos y hambrientos de los quintos de reemplazo que volvían del infierno y sus familias y, también, los ojos de todo el personal que toma parte, que no desean nada más que un momento favorable para cazar la presa y repartirse el botín.
El periodista, al contemplar tan patética estampa, se vio obligado a escribir furibundos artículos bajo el título de «Roban más que en Sierra Morena».
Las madres lamentaban carecer de esos 50 duros con los que poder vulnerar la ley. Con posterioridad, en el ‘Diario de Murcia’ escribía en la sección «lo del día» lamentando que en toda la huerta murciana solo se hablaba de las cosechas, de los beneficios, de las pérdidas, de las riadas; y poco o nada se escribía de los turbios manejos de los encargados de las quintas y el horror de las guerras de Cuba, Filipinas y África”.
En nuestra localidad que tenía un censo aproximado entre 1200 y 1500 habitantes, daba un promedio entre 20 y 25 quintos en cada reemplazo y, de ellos, el 60 por ciento eran clasificados como ‘inútiles’ para el ejército; solo hacía falta tener 1500 pesetas.
Ante esta disyuntiva el cura párroco Juan Guzmán Nicolini, denunció públicamente dicha «redención fraudulenta», enfrentándose a las fuerzas vivas del pueblo y a las autoridades políticas.
El Alcalde Joaquín Sánchez Valiente no pudo silenciar al clérigo y, tras unas conversaciones con un militar de nuestro pueblo en la reserva, Antonio Tomás Sandobal, apaciguó su mal humor, ante la promesa de corregir los hábitos perversos de los mandamases locales.
Las consecuencias de esta situación ocasionaron el cambio de Alcalde en Joaquín Sánchez que fue sustituido por Antonio Tomás Sandobal, el día uno de enero del año 1899 y, el párroco Juan Guzmán, pidió traslado de parroquia, siendo reemplazado por otro cura ecónomo José Moreno Fernández.
Se constituyó una comisión de investigación, dedicada a denunciar todas estas irregularidades y sancionar a cuantas personas estuvieran incursas en dicho «tráfico de influencias». ‘El Diario de Murcia’, reprodujo todos los casos que afloraron desde el día 16 de septiembre de 1898, hasta el día 1 de enero de 1899, cuyos nombres omito deliberadamente.
El Diario de Murcia se convirtió en el portavoz de los quintos y, más tarde, cuando estaban jugándose la vida en los frentes de las islas Filipinas, en Cuba y África, el periodista José Martínez Tornel se interesó por el estado de las tropas en sus distintos frentes bélicos.
Para ello, el Alcalde Antonio Tomás Sandobal y el párroco de San Bartolomé, José Moreno Fernández, se convirtieron en los intermediarios, para interesarse por el estado de los soldados, al mandarle los nombres de los quintos que marcharon a tierras en conflicto bélico y no habían regresado de los cuarteles en los que habían sido destinados.
Con los nombres de los hijos o maridos de los soldados del pueblo, igual que los de otros pueblos murcianos, Martínez Tornel remitía el listado al corresponsal del periódico en Madrid para que recabara información ante el Ministerio de la Guerra.
Dichos datos eran remitidos a Murcia y, aunque no fueran muy fiables, se publicaban en «El Diario de Murcia» quincenalmente. Ya, día 6 de diciembre del año 1892, Martínez Tornel, en su columna cotidiana del «Diario», insertó una nota en la que advertía a quien no hubiera recibido noticias de los soldados de ultramar, para que lo reclamaran y, de esa manera, abordar a dicho Ministerio de la Guerra para que recabara nueva información de los lugares en conflicto.. Dicha labor la continuó realizando hasta el año 1901.
Al Alcalde y al cura de nuestro pueblo, es de agradecer sus ímprobos esfuerzos por obtener noticias de los soldados mandados en barcos hasta esas inhóspitas tierras. Unos, los más, habían muerto en la refriega, otros estaban tullidos en el hospital y, los menos, seguían vivos y estaban a punto de ser licenciados.
Bibliografía: Archivos del Almudí y Simancas. José Martínez Tornel, en los «Diarios de Murcia» y «El Zorongo» .Antonio Botías, en «La Verdad de Murcia». Voceros de Ulea.