POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Alguien me dijo que disfrazarse para el Halloween en Oviedo es como si en Iowa comieran el Desarme. Nosotros, como aquel sargento que imitaba al general en la manera de escupir, somos permeables a la folixa y a las farturas, pero refactarios al trabajo diario, a esa rutina productiva que ejecuta y pone en valor lo que la inspiración y la creatividad alumbran. Lo nuestro, con las fiestas y los artificios, es una comida corrida, fast food, aquí te pillo aquí te zampo. Nos conquista el cubalibre, el trato con los demonios y las calabazas, pero se nos pudren las pomaradas y nos avergonzamos de nuestro acervo y nuestras reconquistas. Comulgamos revenida la tradición celta, después de digerirla gringolandia, como nos llegó Peter Pan coloreado por Walt Disney, desvitaminado y cursi. Decía yo ayer (yesterday), que echaba de menos invasiones alóctonas, no zombis.
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