POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Aunque ayer recé a mis difuntos en el San Andrés, Pravia, prefiero ir cuando nadie altera la “quietud masiva”, que apunta Valéry en “Le cimetière marin”. La pasada semana, en el Highgate Cemetery, muy al norte de Londres, estuve con Mary Evans, mi escritora preferida, y de paso con Marx, a pocos metros. A principio de mes despedí a Elisa de Mittelbrum en el cementerio de Luarca, que mira al ocaso; en pleamar contemplé el de Niembro, al derecho y al revés, y el de La Luz, donde descansa mi suegro, Cristóbal, en la colonia Floresta, de Veracruz. En septiembre pasé por el nuevo de Algeciras, obra del praviano Jesús A. Arango, y antes por París, por ver a Zola en Montmartre y a Oscar Wilde en Père-Lachaise; también a la esposa de éste visité en el Staglieno, de Génova, y a Clarín en El Salvador, de Oviedo. Por si no soy inmortal, que diría Píndaro, agoto toda la extensión de lo posible.
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