POR JOSÉ RAIMUNDO NÚÑEZ-VARLA Y LENDOIRO, CRONISTA OFICIAL DE BETANZOS, MIÑO Y PADERNE (LA CORUÑA)
El establecimiento en Galicia de las fábricas de salazón por los catalanes, supuso un cambio sustancial en los sistemas de pesca y comercio de la sardina, desde la introducción de la Jábega a las faenas de redar, según va dicho, mejorando su rentabilidad. Hasta bien entrado el siglo XVII los matriculados de Miño estaban obligados a vender sus capturas en la Pescadería del Pai Fermoso de Betanzos, cabeza de la Ría y capital de la provincia de su nombre, en cuya Banastería (Véase en nuestra obra Morfología Urbana de Betanzos de los Caballeros -Intramuros- Aproximación documental, editada por el ayuntamiento, Gadis y Abanca, capítulo VII-I, pág., 128) de la calle de Abajo de la Pescadería, se procedía al embalaje de las sardinas saladas en banastas y tabales para su comercialización en otros lugares de dentro y fuera del Reino de Galicia.
A principios del siglo XVIII, en el procedimiento de un ruidoso pleito mantenido sobre la pesca en Miño (Archivo del Reino de Galicia, legajo 8.259-18, de nuestro trabajo La Pesca en Miño en el siglo XVIII, programa de fiestas patronales de Miño del años 2000), el 14 de agosto de 1713 respondían los pescadores Andrés Tenrreiro, Domingo Lorenzo y Pedro do Porto, ante el escribano receptor que:
“…ha visto en quieta y pacifica posesion continuada y obseruada a los pescadores que an sido y son bezinos desta feligresia de Miño, de hir con sus dornas desde la rria que entra por la orilla de dha feligresia, a pescar con sus aparejos dentro a la mar y a las partes que acostumbran y buelben con la pesca de congrio y otros jeneros de pescado a dha feligresia, y en ella lo benden a Arrieros si los hay y tanbien a los naturales que deuen ser prebilixiados a dhos arrieros y a los traxinantes que lo llevan a rebender por si sus mugeres y familias a la çiudad de Betanzos y por las Aldeas conforme pueden, a los preçios que permite el tiempo, unas bezes Barato por la abundanzia y otras bezes Caro por la falta y neçesidad, uno y otro a su libertad sin que ubiese bisto en el tiempo de su acordanza se les pusiese Precepto Proybicion ni prezio alguno en razon de la uenta y desecha de dha Pesca por los Alcaldes Mayores que an sido de dha Villa y Jurisdiccion de Ponte Deume y mas personas que en dho tiempo administraron Justizia en ella…”.
La liberación del comercio permitió a los mareantes miñenses a extender la venta de su pesca hacia otros puertos como Ares y Sada, como más cercanos, aunque pronto se comprometieron, mediante convenios de compañía, a supeditar las capturas de sardina a los salazoneros catalanes según se ha visto, con el fin de extender el comercio hasta el mediterráneo y abastecer entre otras su propia tierra. Tenían claro que para atender esta demanda era preciso modificar el proceso de salazón tradicional, de manera que sustituyeron el escochado o lañado tradicional por el prensado, para el que tenían que contar con un gran incremento de la pesca de sardina, y empeño que lograron con la colaboración de los naturales que faenaron para ellos hasta cubrir sus necesidades. El siguiente paso y definitivo sería la sustitución de la industria de salazón por las conserveras, que en cierto modo permitió retornar a los nativos al ejercicio de sus artes tradicionales, mejoradas y enriquecidas por el valimiento catalán.
No fue óbice para que los matriculados y armadores locales mantuvieran sus tradicionales embarcaciones, según se efectuaba en Bañobre el 20 de mayo de 1814, de manera que Andrés Mosquera, marinero matriculado, y José de Allegue vecinos de este lugar y parroquia de Santa María de Castro, acudieron por ante escribano para solventar el destino de una lancha que se habían comenzado a construir en sociedad antes de la ocupación francesa (Remitimos a nuestra obra La ocupación de Betanzos y su Tierra por los franceses en 1809, ayuntamiento de Betanzos y Gadis 2013, página 192), y se concertaron de esta manera:
“…Digeron: Excede de seis años deliberaron construhir una Lancha con sus conducentes Aparejos, y qe de hecho la habia de Patronear el Mosquera como tal matriculado; Pero con motibo de la Ymbasion francesa, y los años haber sido calamitosos, no llegaron a ponerle Expedita de poder trabajar, y aun se halla yncapaz de Executarlo, y el Andres Mosquera quera con motibo de un recio golpe qe. recibió en el brazo siniestro, de concurrir á desempeñar su encargo, como es bien publico y notorio. Por lo qual, entre los dos liquidaron sus qtas. delas Partidas de Rs. que cada qual tenia suplido en la construccion de la referrida Lancha, y por ellas resulta haberlo hecho cada uno de ellos de la de un mil quatrocientos y cinquenta de Vellon; y atendiendo a que dho Mosquera se halla totalmente ymposibilitado de poder Patronear ni gobernar la yndicada Lancha, se halla resuelto zeder y Vender la parte y porcion que En ella haze al Josef de Allegue, como desde ahora para siempre jamás se la Vende, para que despues qe acabe de ponerla corriente y abilitada de todos los Aparejos que le faltan, y son yndispensables pueda Eligie y nombrar otro Marinero que Patronee, cuide y gobierne segun compete… [Firmado] Andres Mosqueira, Jose de Allegue [Rúbricas]. Ante mi. [Firmado] Antonio Ramón de Agra [Rúbrica].” (Archivo Notarial de La Coruña. Protocolo 2.551, folio 12, del escribano Antonio Ramón de Agra, del número de Betanzos).
Como testigos de la operación figuran don Manuel Domínguez, Juan de Plaza y Manuel de Ponte, vecinos del mismo lugar. Y lanchas que se siguieron construyendo por los carpinteros de ribera en el lugar de Loyos en Miño hasta nuestros días.
En otros casos se construían Lanchas por particulares para servicio de los marineros, sobre todo en tiempos de contiendas como durante la Guerra de la Independencia, sería el caso de nuestro antepasado (5º abuelo paterno) don Antonio María Varela Bermúdez de Castro, dueño de la Casa y Pazo de Bañobre, quien el 1º de febrero de 1810, formalizaba por ante escribano una escritura de compromiso con Francisco Fachal, matriculado de Miño, en razón a que:
“…se alla costeando de cuenta de su Bolsillo la Fabrica de una Lancha nueba de diez y siete codos de Quilla [9’74 metros] con su manga y Eslora correspondiente; y mediante la quiere poner despues de concluida al cuydado del Francisco Fachal, este se obliga a cuidarla y respetarla y detenerla y usarla como propia del Don Antonio Maria Varela…” (Ibídem. Protocolo 2.833, folio 15, del escribano Juan Golpe de Hermida, del número de Betanzos).
Por esta época Benito Pérez, maestro carpintero de Ribera, vecino de Miño, gozaba de gran prestigio en toda la zona por su profesionalidad en la construcción de Lanchas y “Minuetas”. Tan sólo en el año 1828 lo efectuaba para don Joaquín Jofre, del comercio de Ferrol; otra llamada San Juan Bautista para Juan de Tié, vecino de Sada; la titulada Purísima Concepción para el marinero retirado Luis López, asimismo de Sada; también la Lancha nombrada Nuestra Señora del Pilar, para Baltasar López, del mismo lugar, al igual que la Lancha bautizada Nuestra Señora del Carmen, para el menor Antonio Cubeiro, marinero matriculado vecino de Sada (Ibídem. Protocolo 3.579, folios 13, 15, 17, 19 y 20, del escribano José Sebastián Vales, del número de Betanzos). Toda una actividad artesanal desarrollada en Loyos, frente a la casa del “Río”, y lugar en el que se efectuaba una botadura en 1943, según va dicho y hemos publicado (Vid. nuestra obra cit. Miño, apuntes históricos y guía del Municipio, pagina 116, año 1984).
Los matriculados del puerto de Miño, mantuvieron sus tradicionales artes de pesca, y los que no redaban con destino al Almacen se llevaban las capturas para sus casas, en donde serían tratadas por las mujeres y familia para su posterior venta en ferias y mercados del entorno. En los años veinte del pasado siglo doña Encarnación López, vecina de Ponte do Porco, preparaba el pescado en salazón de la siguiente manera:
Sardinas saladas. Se limpiaban de tripas y cabezas, introduciendo el dedo hasta la cola, y operación que le llaman “lañalas” (lañado o escochado) que también dicen “apostar”, a continuación se salaban en tabales y se consumían a placer, con la salvedad, nos decía, de estar más sabrosas cuando llevan pocos días saladas. Estas sardinas saladas por dentro y sin cabeza, se acomodaban en una cesta que se recubría con una lona untada con aceite de linaza, y se llevaban a vender a las ferias y mercados de Betanzos y a la Viña (Irijoa) a las ferias de los días 6, 15 y 24 de cada mes, a precio de tres perras chicas (quince céntimos de peseta) o dos motas (dos patacones o veinte céntimos de peseta) la docena.
Sardinas escanchadas. Una vez limpias las sardinas, sin cabeza ni tripas, se salan y ponen a secar al Sol encima de tablas, una vez secas se retiraban y guardaban para consumir a necesidad, en tiempo prudencial.
Mariquitas. También llevaban para vender en las ferias y mercados unas parrochitas llamadas Mariquitas, que se preparaban en píos de metro y medio de ancho y otro tanto de alto. Primero preparaban la salmoira con agua y sal que revolvían, le introducían una patata y cuando flotaba añadían el pescado sin limpiar; se retiraba a las veinticuatro horas y lo situaban en tabales asentado en hileras alrededor, una vez colocado se le ponía una tapadera de madera del tamaño de la boca del tabal y se prensaba con un palo y piedras para que soltaran el salitre de un día para otro, y se vendía a una mota y tres perras chicas la docena.
Arenques. Los arenques o sardina grande, se echaban en la salmoira, con idéntico tratamiento que la mariquita.
Parrocha ahumada. Se limpiaban conservando la cabeza, se preparaba la salmoira y a continuación se envarillaban por los ojos y se pasaban a la cambota de la lareira, o al aire libre si hacía tiempo seco. Eran de utilización casera, y únicamente se comerciaba si alguien acudía a comprarlas al domicilio de la pescadora.
Tranchas. En baldes de los de llevar la ropa a lavar al río, se cogían tranchas, especie de parrocha más plana, se freían y se asentaban en el caldero, por cada hilera se salpicaba pimiento dulce, las situaban por docena servidas en verdura, o por media docena, que era como las llevaban a vender a las ferias y mercados, a precio de un real (veinticinco céntimos de peseta) el ciento.
Aprovechamos la oportunidad para ofrecer una receta de las “Sardinas Lañadas”, olvidada o poco conocida en estos lares: Se limpian retirándoles la cabeza, abiertas y con espina, se introducen durante cinco minutos en salmuera; a continuación se ponen al Sol sobre una tabla, sin permitir que las moscas las molesten y hasta que se aprecie que sueltan alguna grasa. Por ambos lados de cada sardina se coloca una hoja de laurel, si es gusto del consumidor, y se asan a fuego de poca resina para pasar al plato. Exquisitas.
Recordamos como las embarcaciones salían a pescar desde el puerto de Betanzos por la Ría de su nombre (Vid., nuestro artículo Una Ordenanza para proteger la Ría en el siglo XVI, publicado en el periódico Betanzos e a súa comarca, en diciembre de 1999, página 31) y aún más allá de La Marola, al igual que lo efectuaban los ribereños de Miño en sus lanchas (miñotas), dornas, “chalupes” y “menoetas” o “Minuetas”, como también la pesca al “Boliche” en la galardonada Playa Grande, la más hermosa del Noroeste Peninsular, que amarraban con sus cabos en las inmediaciones del desaparecido Almacén de la Ribeira, y actividad que asimismo trae a la memoria nuestra participación en alguna de aquellas faenas por las pesqueras más cercanas a bordo de la “Nora”, un quehacer entretenido, indescriptible e inolvidable, digno de algo más que una simple reseña.