POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Mucha gente perdona y no olvida; el espíritu cristiano recomienda la absolución pero se resiste la memoria, que se desarrolla a fuerza de voluntad y no se enrolla a nuestro antojo; otra gente, de pecho menos noble, no olvida ni perdona, y un servidor, en esto rara avis, olvida pero no perdona. Olvido porque cierta memoria selectiva descarta el aborrecimiento, que ocupa espacio en el estómago, al tiempo que el instinto de supervivencia es rencoroso. Pasados los años me encuentro con alguna persona que me ofendió, o ante una situación en su día oprobiosa, y la rechazo, aunque no recuerde exactamente por qué. Esta conducta es la más admirable y sofisticada de mi organismo, que en otras áreas deja mucho que desear; sin sufrir el peso y el desgaste continuo de un agravio, quedo visceralmente prevenido para que no se repita. En psicología no sé, en medicina se llama vacuna.
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