POR JOSÉ ORTIZ GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MONTORO (CÓRDOBA)
Uno de los rincones más emblemáticos de la localidad desde el punto de vista monumental, hídrico y panorámico es la famosa Fuente de la Oliva.
Los primeros testimonios de la existencia de este manantial datan de fines del siglo XV – inicios del XVI, momento en el que se hace constar que este manantial cubría las necesidades de los habitantes de la población además del Pilar y otras fuentes a la espalda de Montoro como tenerías y cañito.
Este surtidor, excavado en un principio en la roca de pizarra, generó la existencia incluso de un barco que cruzaba a los montoreños a la otra orilla del Guadalquivir en lo que se conocía como la atarazana o embarcadero de la Cindela del Rastro, ocupado posteriormente para la conclusión del Puente Mayor.
La Fuente de la Oliva tuvo grandes remodelaciones siendo una de las más importantes la realizada a mediados del siglo XVIII, volviéndose a restaurar la misma en 1802 – 1803 con motivo de la pérdida de algunos sillares de mármol negro bruñido.
De la misma forma algunos surtidores perdían de vez en cuando su coronamiento, siendo la fotografía de fines del XIX la que da buena cuenta de ello.
En el entorno de la Fuente de la Oliva existían dos elementos industriales antiquísimos de los que tan sólo quedan pequeños vestigios. Uno de ellos es el edificio trasero de la fuente que se trata de la estructura de un pequeño molino fácil de poner en funcionamiento ya que conserva el cubo, desagüe y sala.
El otro desaparecido por completo es la tenería. De ésta quedan algunos restos de alzado, canales y las llamadas noquetas, empleadas por las mujeres en tiempos anteriores para lavar la ropa, y que trataban como pilas o lavaderos.
Estas oquedades en su origen se usaban para introducir los pellejos de animales en curtiente para facilitar su tratamiento y curtido.