POR JOSÉ ORTIZ GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MONTORO (CÓRDOBA)
Es la plaza que se alza en la mayor altitud de la localidad ya que se emplazaba conformando parte del Castillo-fortaleza que desde época califal se levantó en esta pequeña mota. Parece que los vestigios que quedan en alzado provienen de un templo visigodo que después de la entrada de los musulmanes en 711 quedó destinado a mezquita sin perder el alzado del mismo, aunque si abriendo puertas laterales como quedan algunos restos fosilizados en su tapia de entrada.
Con la entrada de Fernando III El Santo, la mezquita vuelve a tornarse en iglesia siendo en 1249 la primera cita documental asentada en el Archivo de la Catedral de Córdoba.
Uno de los edificios más relevantes del que tan sólo queda una fachada es el antiguo palacio de los marqueses de Santaella, que cedieron a los carmelitas en la primera mitad del siglo XIX su edificio para que estos, poco tiempo después, fundaran a partir de 1863 un centro de asistencia a enfermos e impedidos.
En ocasiones el vestíbulo de entrada sirvió de cementerio en el siglo XVII y en algunas epidemias como la del cólera morbo que azotó a la población en 1834, de ahí que en fotografías anteriores al siglo XX aparezcan en las panorámicas cipreses en lo alto de la mota.
En el centro de la plaza hubo antes del siglo XX una gran cruz que se colocó en uno de los laterales de entrada a Santa María. De la misma forma tan sólo quedó un altar tras la guerra Civil que parecía pertenecer al de San Antonio, donde existía una Pía Unión al Santo de mucha devoción en el vecindario.
Como curiosidad diremos que los Reyes Católicos en su paso hacia Granada dejaron en este lugar a sus dos hijas Catalina y María que pasaron a recogerlas tras la toma de la ciudad de la Alhambra.