POR JOSÉ ORTIZ GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MONTORO (CÓRDOBA)
Esta noche hablaremos de la historia de la calle Marchantes, establecida en la parte trasera de la calle Antonio Enríquez Gómez y desemboca en la encrucijada de Duque y Feria.
El nombre en la antigüedad de esta calle era la de Calle del Horno de la Merchanta, debido a la dueña del horno de pan cocer que existía en este lugar desde tiempos inmemoriales situado, según se desprende de los documentos del siglo XVI, en una amplitud a modo de plazuela que se abre en el medio del lugar, donde casi todos los años hay un gran montón de leña que hace posible la cochura.
Sabemos que en este lugar existían alhoríes para el encierro del trigo cuando ya no cabían más fanegas en el interior de la Silera colindante a esta calle.
A fines de 1615 Diego García Pedrocheño, en representación de los hijos de Bartolomé Jiménez de Padilla, concertó con Martín Sánchez de Mesa el alquiler de la copropiedad del horno de la Marchanta por un bienio y el pago de dos panes de treinta y dos onzas de peso cada día más un celemín de ceniza todos los sábados.
En la segunda década del XVIII el panadero Juan Campos de cincuenta y seis años de edad, casado y con tres hijos menores, se encargaba del funcionamiento de esta instalación según los datos aportados en el censo de 1718.
En 1832 los censos primigenios que conservamos seguían llamándola callejuela de la Marchanta, siguiendo en los padrones de 1856 de la misma forma. Parece que Marchantes comienza a aparecernos con mayor asiduidad en el último cuarto del siglo XIX, llegando al siglo XX de la forma que hoy en día la conocemos.