POR PABLO GALINDO ALBALADEJO, CRONISTA OFICIAL DE LOS ALCÁZARES (MURCIA)
Los vecinos mayores recuerdan la existencia de una tejera (lingüisticamente “tejería”) en el campo de Los Alcázares, concretamente en Hacienda “Lo Vallejo”, cercana a la carretera San Javier – Roda – Cartagena y en las proximidades del cruce de la vereda del Cabezo Gordo y la vereda del Algar; por allí se cocieron “ladrillos macizos del cuatro” -adobes- y “tejas de cañón”.
Antes de la guerra ya encendía el horno de la tejera Ramón González obteniendo materiales de calidad. Su inesperada muerte, motivó a su viuda, Josefa Pardo, dejar la gestión de este trabajo para trasladarse con su familia a Los Alcázares. Al ser conocedora del mundo de la construcción, instala en un solar del “barrio de los cacharros” una fábrica de losa, con moderna maquinaria y grandes contrapesas que permitían compactar la mezcla, prensando y obteniendo un excelente producto, que paulatinamente fue cubriendo los antiguos suelos de tierra de las viviendas.
“Josefa de la fábrica” tenía varios obreros trabajando en el próspero negocio entre ellos su hijo Ramón, también su sobrino Ramón y su hombre de confianza y experto en el proceso, Felipe Ruiz Fajardo. Consiguió ampliar la empresa con otra instalación en Torre Pacheco y la encomendó a su hijo, Ramón González Pardo. Perfeccionaron la elaboración de losas y llegaron a fabricar tubos de cemento de varios calibres para la conducción de agua, además servían otros materiales para la construcción. Del negocio en Los Alcázares se encargó el sobrino, Ramón Pardo Pardo y en la actualidad gestiona la empresa “Materiales de construcción Ramón Pardo Pardo”.
La tejera estuvo apagada durante la la guerra. Hacia 1944, la administración de la finca encomendó el funcionamiento de la tejera a Antonio Pardo Hernández -familiar de uno de los labradores. “Antonio el tejero” estaba casado con María Zapata Cánovas, de San Javier, pronto tuvo a su prole trabajando en la tejera. Había que cortar leña en la zona de Lo Poyo y Los Belones, se necesitaban varios traslados en un pequeño carro tirado por un borrico para llenar el horno y esta tarea ocupaba varias semanas, mientras tanto otras personas se dedicaban a “sacar la tierra” libre de piedras, en las cercanías del horno, para mezclar en su momento con agua sacada del pozo y conseguir un buen amasado de barro en condiciones para modelar; entonces comenzaba la ardua tarea de fabricar tejas y adobes con rudimentarios medios artesanales, trabajo reservado a los hijos mayores, Joaquín y Silvestre. Para que solidificaran bien se dejaban secar al sol varios días, después eran colocados convenientemente en el horno, esperando ser cocidos, una vez completada la carga de la hornada.
Los avances y la puesta en funcionamiento de modernos hornos en la zona de La Palma, aportaron la aparición de “ladrillos huecos del nueve” y “teja roja alicantina” lo que hizo decaer la demanda en “la tejera de Lo Vallejo”, hasta su total apagado y abandono. El “tío Antonio el tejero” pasó a ser pastor de un rebaño de ovejas; su hijo Joaquín emigró a Barcelona en los años 60 y allá se estableció con su familia; el segundo hijo, Silvestre, aprendió a sacrificar cerdos y fabricar embutidos, creando con su mujer Marisol Gutiérrez la empresa cárnica “Embutidos El Moreno”; el menor, José, junto con su mujer, Mª Carmen Villaescusa, abrió un comercio de comestibles y embutidos denominado “Autoservicio El Tejero”.
En la actualidad, los descendientes de aquellos intrépidos aventureros son empresarios y comerciantes, sabedores de la complicada historia familiar y aun conservan la parcela donde estuvo “la tejera” como preciado legado del “abuelo tejero”. Del horno no quedan restos, la zona está abancalada y dedicada a cultivos hortícolas.
Es posible que muchos desconozcan la existencia de una tejera o tejería cerca de Los Alcázares, hace años; los mayores aseguran que funcionó y todavía se pueden admirar adobes de “la tejera de Lo Vallejo” en paredes de la zona.