ESTA ZONA FUE FRUTO DE OTRO ASENTAMIENTO DEL QUE SE DESCONOCE SU COMIENZO, AUNQUE, SEGÚN EL CRONISTA OFICIAL DE ESTIVELLA, LLUÍS MESA, TODO APUNTA A QUE FUE ANTERIOR AL SIGLO XIV
Vestigios íberos, romanos y del medievo son algunas de las sorpresas que nos depara este recorrido donde se entremezclan historia y paisaje para disfrutar con los cinco sentidos.
Adentrarse por la huerta de Estivella siempre depara alguna sorpresa. No obstante hay una ruta que permite descubrir los orígenes de este municipio de El Camp de Morvedre: Los primeros asentamientos íberos y buena parte de su historia, que gira en gran medida en torno a la Sèquia Major de Sagunt y las tierras de cultivo que ésta regaba.
La andadura se inicia en el Camí de L´Horta Vella donde el contraste de paisajes merece ser descrito. De un lado, los cultivos de regadío, con predominio de los cítricos, que impregnan el camino con el olor típico de la huerta valenciana en esta época del año, el de la naranja, y en el otro, los de secano, con predominio de algarrobos y los olivos, en plena temporada. Al contraste de olores y colores se suma la historia, porque a los pocos metros recorridos, enseguida vislumbramos las montañas de «Les Carrasquetes» y «La Massa».
En estos dos altos existen yacimientos arqueológicos con importantes restos de los primeros poblados íberos; vestigios catalogados por la Conselleria de Cultura. En concreto, se trata de perfiles de antiguas construcciones. Además de su importancia patrimonial, estas dos montañas, que algunos historiadores han bautizado como «el Balcón del Palancia» suponen la entrada a la Calderona, una de las más importantes sierras de la provincia de Valencia.
Dejando atrás este paisaje, el camino nos adentra en la «partida de Arenes», llamada así por su tierra arenosa, propia de terrenos ganados al río, lo que nos indica la proximidad del agua. En contra del refrán valenciano «a vora riu, no faces niu», esta zona fue fruto de otro asentamiento, del que se desconoce su origen aunque, según el cronista oficial de Estivella, Lluís Mesa, todo apunta a que fue anterior al siglo XIV.
En éste encontramos restos de una alquería, en torno a la cual se alzaron construcciones, de las que hoy en día no queda nada; sin embargo, parte de la historia puede conocerse gracias a la resistencia de un molino de harina.
De este último se conserva parte de su piedra original, su maquinaria y su estructura. No obstante, lo que ha permitido su conservación fue la remodelación que sufrió en el siglo XIX, cuando se transformó en molino generador de electricidad, aprovechando el paso de la acequia. Esta intervención hizo que se le denominara como el Molino de la luz o el Molino del Francés, puesto que así se llamó al arrendatario de estas tierras situadas en una zona clave para el desarrollo del actual municipio.
Acueducto de Els Arcs
Siguiendo el sonido del agua que transcurre por la acequia a través del camí del Arenal, el caminante se adentra en el río Palància. Allí se encuentra con uno de los monumentos más destacados de esta localidad: el acueducto de Els Arcs. Se trata de todo un ejemplo de arquitectura civil, construido en tiempo de los romanos „según algunos historiadores„ pues otros lo consideran «claramente medieval por su fábrica» y sus arcos apuntados góticos, como apunta, por ejemplo, el especialista Marc Ferri. Más allá de esta cuestión, la infraestructura es de vital importancia, pues desde hace varios siglos permite el paso del agua de la Sèquia Major hasta Sagunt, posibilitando así el riego de las tierras.
La infraestructura facilitó el desarrollo de buena parte de la huerta de Morvedre y de nuevas poblaciones, como la que se formó justo al otro lado del río, donde se han encontrado restos de villas romanas hasta el pueblo de Petrés. Sentados en un ribazo del río, con estas vistas, el sonido del agua y el olor a otoño que proporciona la huerta, la ruta llega a su fin; un recorrido donde la historia y el medio ambiente se entremezclan a través de los sentidos.
Fuente: http://www.levante-emv.com/ – Marián Romero