POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA).
Hace unos días hemos tenido el placer de asistir a una estupenda representación teatral. Fue la obra que cerraba la V Muestra de Teatro que en nuestra ciudad, por méritos de la crisis sustituyó al Certamen Nacional de Teatro Ciudad de Arévalo en el que el mejor de sus premios llevó el nombre de Maruchi Fresno la gran actriz de origen arevalense. Un certamen que consiguió momentos espléndidos y por el que pasaron los mejores grupos españoles de teatro de aficionados.
Aquello se convirtió en la muestra que actualmente tenemos y que este año ha cumplido su quinta edición con una buena programación. Pero también podríamos decir que ha sido un año pobre de asistencia. Por unas cosas o por otras… o por todas juntas, la realidad es que no se corresponde la oferta con la demanda. Es una pena ver el patio de butacas con tantos claros y más cuando el espectáculo es de gran categoría artística.
Pero no quería yo que estas líneas fueran un lamento, uno más, sino ponderar el gran nivel artístico de la programación. Una de zarzuela, preciosa la obra «Luisa Fernanda» y su puesta en escena. Extraordinario el homenaje a Lorca con un teatro de retazos de sus obras más representativas. Divertidísima la comedia «Humorroides V 2.0» en la línea de Les Luthiers. Y magnífica la última obra, Amadeus, que hoy quiero recordar.
En aquella obra, una mezcla de musical a lo clásico, o una historia que pudo ser, que despierta instintos humanos de admiración y odio, unas vivencias con la llamada música clásica como fondo. Verán amigos lectores, los que no somos expertos ni tenemos una formación musical fuera de un nivel normalito, la película de Milos Forman sobre la obra de Peter Shaffer nos descubrió la vida y obra de Mozart más allá de los cuatro fragmentos más conocidos.
Fue todo un descubrimiento, a mí no me importa decirlo, porque algunos snobs parece que nacieron enseñados… y porque desde luego es mucho más gratificante ir descubriendo cosas a medida que te vas formando, viviéndolas.
Yo recuerdo un tiempo de estudios en el despertar de mi juventud, interno en un colegio de Madrid, con tiempos de estudio intenso y con tiempos de ocio. En algunos momentos teníamos aulas de música, mientras otros tenían visitas. Yo allí descubrí muchas músicas clásicas, músicas que se me quedaron y he tarareado a veces, aunque no supiera de quien ni de qué, hasta que en algún momento surgió el conocer más sobre ellas y sobre sus autores, y ya me parecieron más familiares.
En la vida, las cosas hay que descubrirlas, cultivarlas, y después gozarlas recreándolas. Debe ser eso que llaman ser autodidacta, y que a falta de otras oportunidades, nos vino muy bien.
Pues una de esas músicas descubiertas tardíamente fue esta de Mozart, incluyendo el culmen del réquiem… Yo gocé mucho con aquella película, y con un buen CD. Y he vuelto a gozar con la adaptación teatral en la gran representación que nos ofreció la compañía Teatro Arcón de Olid, viejos conocidos que tienen una sensibilidad especial en cuantos montajes realizan desde su nacimiento en 1996, prácticamente al tiempo que nacía nuestro Certamen Nacional de Teatro «Ciudad de Arévalo», 1998.
Y hablando de música, otro acontecimiento, en este caso muy triste, ha sido la noticia de la muerte de Leonard Cohen, el cantautor y poeta canadiense que tantas obras hermosas nos ha dejado.
Un músico enigmático y susurrante que fue un icono de la música, un poeta que conoció a Lorca, aprendió guitarra española, conoció el flamenco, y la guitarra siempre le acompañó. Precisamente estas últimas semanas mi coral, la Coral La Moraña de Arévalo ha incorporado su famoso Hallelujah en su amplio repertorio y es una obra que envuelve y subyuga, música cadenciosa y profunda, una de esas piezas emblemáticas, quizás una de las más versionadas en su popularidad.
Y es también una de las versiones bellísimas la de esta coral arevalense de la mano de Verónica, nuestra valiosísima batuta. Gracias Leonard por tu música… con ella te recordaremos.