MÚSICA EN NAVIDAD

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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La música, desde tiempos ancestrales, siempre ha estado vinculada a los ritos religiosos; por la sencilla razón de que, casi todos los grandes maestros de música, hasta finales del siglo XIX, eran, en su mayoría, “Maestros de Capilla” y, entre sus obligaciones según estudios del Historiador Manuel Muñoz Zielinski, tenían lugar preferente, los componentes de temas litúrgicos, con la finalidad de acompañar y dar realce a los grandes ceremoniales religiosos: Tedeum, Bodas, Misas, Requiens, etcétera.

La mayoría de las composiciones; de temas religiosos, se basaban en pasajes de la Natividad y de la Pasión: los temas festivos merecen un capítulo aparte.

En las catedrales y conventos, ya existían los “Oratorios de Navidad” en los albores del siglo XIII. Los maestros de capilla componían piezas musicales, específicas, para Navidad, para los célebres villancicos, dándole especial protagonismo al clarinete, el oboe y la dulzaina.

Posteriormente se fueron incorporando la flauta, el pandero y los cascabeles. La letra estaba basada en temas campestres, música pastoril se llamaba, destinada a ensalzar el ambiente rural y la sencillez del humilde Nacimiento.

Los Villancicos eran cancioncillas escritas por burgueses y cortesanos, con estrofas inteligibles, en las que se ensalzaban las maravillosas imágenes del ambiente rural; así como la lozanía de las mozas de los pueblos. Los cantantes de villancicos, asumían un rol de complicidad y, a los que bailaban y cantaban los últimos sones, se les testimoniaba con un sonoro aplauso; por parte de los asistentes, así como de los componentes de la banda músico—vocal.

En mi localidad “la banda de Música”; que comenzó su andadura en el año 1910, tuvo una actuación estelar, en la Navidad de 1911. Durante bastante tiempo, varios meses, iban perfilando su repertorio, a las órdenes del maestro de música, el afamado señor Zinzas, con tan mala fortuna qué, a los pocos meses falleció, de repente, en plena juventud.

Los músicos quedaron huérfanos y estaban un tanto desorientados, pero, surgió la figura del ilustre uleano D. Antonio Tomás Sandoval que conocía a un miembro destacado de la banda musical del Ejército de Infantería, de Málaga y le comprometió para que sustituyera, en el cargo, al maestro fallecido.

La banda de música estuvo sin maestro solamente quince días, porque el señor Turpín, que así se apellidaba, se hizo cargo de los músicos y les dio tal impulso, que fue un referente musical en toda la comarca. Comenzaron a efectuar sus conciertos en el local qué, posteriormente, sería el Teatro Reina Victoria, ubicado en la calle Binondo, pero, en los días apacibles, tocaban en las escalinatas que daban acceso a la iglesia.

Pues bien, allí en las escalinatas, previo a la “misa de gallo”, “tiraron de repertorio” ante la presencia de gran cantidad de público y, como el tiempo se tornó desapacible, el cura Juan Antonio Cerezo Ortín gran melómano, les invitó a que pasaran al interior de la iglesia y qué, allí, en el recinto sagrado, hicieran sonar sus instrumentos.

El maestro señor Turpín y los componentes de la banda de música, recogieron sus partituras y, con sus instrumentos, se dirigieron a los aledaños del coro para, desde allí, dirigir sus sones musicales a todos los asistentes a la misa de Natividad. Pasados los años, miembros de aquella banda de música, relataban sorprendidos la actitud del Párroco qué, estaba tan embelesado con los músicos y husmeando el repertorio que había preparado el señor Turpín, que demoró la misa un cuarto de hora.

Cuando se enteró de que en dicho repertorio se habían atrevido con la versión más fiel de “El Mesías” de Haendel, para tocarla esta Navidad, se fue hacia la sacristía para revestirse, enarbolando las manos, como si fuera el maestro de la banda; y canturreando, ante el estupor de los asistentes a la Misa de Gallo.

Durante la misa tocaron diversos villancicos, cantados por la masa coral, bajo la dirección de Lola Valiente Atué. Sin embargo, el momento estelar fue cuando el señor cura, Juan Antonio Cerezo, anunció a los asistentes la interpretación de “El Mesías”.

El diario ‘La Verdad’, se hizo eco de la noticia, resaltando que el señor cura, con su vestidura talar, se acercó al lugar en que se había instalado la banda de música, dejando el altar mayor, para aplaudir como un feligrés más, los sones de la obra de Haendel; “El Mesías”.

Fue todo un acontecimiento, máxime cuando el señor párroco tuvo que sacar su pañuelo para enjugar las lágrimas que brotaban sin su permiso, fruto de la indescriptible emoción.

Mención especial, además del júbilo del señor cura, merecieron, el maestro Turpín y “los trompetas” Casto Abellán y Miñanico; “los clarinetes” Santiago López Abenza (El Moreno) y Pepe Miñano (El Ministro); “el requinto” Vicente López (El Moro); y “el flautín” el niño, de 11 años, Joaquín Moreno Sánchez, así como el resto de los componentes.

El señor Turpín “echó raíces” en la localidad y se casó con Amparo Palazón, con la que tuvo tres hijos: Amparo, Amalia y Pepe. La Navidad de 1911, pasó a los anales de la historia del pueblo.

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